PS_NyG_1982v029n003p0521_05900410

582 A dolfo G o n z á l e z -M o n tes primera vez amó desde su libertad inteligente. Fue aquel día cuando comenzó en verdad la historia de la Humanidad. El hombre es un ser radicalmente necesitado, un ser de indigen­ cias, constituido desde y para el amor. Rof Carballo 102 ha insistido mucho, entre nosotros, en las alteraciones personales que sufre la per­ sona cuando los primeros años están tejidos de deficiencias de amor. El ser deficitario de amor puede quedar incapacitado para siempre sin acertar a encontrarse a sí mismo; sufre con frecuencia una enajena­ ción y pérdida en un mundo extraño y hostil, lejos de su propia iden­ tidad. Es el amor lo que capacita al hombre para el ejercicio de la inte­ ligencia y de la libertad. Por su parte la inteligencia y la libertad liberan al amor humano del automatismo del instinto, que clausura en círculo el amor del animal. Pero esta libre e inteligentemente sentiente, en expresión de Zu- biri, realidad amorosa del hombre tiene una más honda fundamenta- ción: no es sino la Divinidad, que en términos cristianos, a lo largo de veinte siglos, desde que por primera vez salió de la boca del hom­ bre Jesús, ha sido designada con la palabra «Padre», origen fontal de todo amor divino y humano. Y como la Divinidad está liberada del carácter sexuado del amor humano, al mismo tiempo que es su origen, ha impreso en la inteligencia libre del hombre un dinamismo de «agapización» que libera el amor humano del determinismo del mañana remota y memorable, cuya fecha representa infinitamente más para el progreso humano que todos los descubrimientos de nuestros siglos, ocurrió este maravilloso suceso: al levantarse el hombre, bronco e hirsuto, de su lecho de hierbas, después de haber cumplido con la hembra que estaba a su alcance la ley del instinto; reposado por el sueño de esa tristeza que invade al animal despues de amar, se sintió transido de una tristeza mayor,que era eltener que abandonarla. Y volviéndose a ella, que aún dormía, brillóen sus ojos, desde el fondo de las cuencas redondas, por vez primera en la historia del mundo una luz maravillosa, que era el amor; que sólo se enciende cuando el ímpetu del instinto se ha apagado, porque se ha satisfecho. El hombre, triste de una tristeza nueva, comprendió confusamente que aquel ser tan débil que dormía a su lado era el remedio a la soledad infinita, el remedio que no podían darle los otros hombres llenos de músculos y de audacia. Su frente chata no podía exnlicarse todavía por qué. Pero entonces la hembra dormida, mujer desde ese instante, despertó bajo el brillo de la nueva luz. y con esa comprensión súbita de las cosas geniales y trascendentes que sólo la mujer posee, se levantó en silencio; y, como si hubiera hecho siempre la misma cosa, se fue con el compañero de la noche, para no separarse más. Este día, en verdad, fue cuando Dios creó la especie del hombre sobre el planeta» (Soledad y libertad, III, 431-432. Subraya­ do mío). 102. El tigre bajo el asfalto, en Rebelión y futuro, Madrid 1970.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz