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576 A dolfo G o n z á l e z -M o n tes en su contenido biológico. Y éste fue el que, sin formularlo científi­ camente, supo captar el ambiente que le dio forma y la puso en las alas de la popularidad que acabó por universalizarla, despegándola del contexto español en el que vio la luz. * * * Si el secreto del éxito en el amor reside, según el pensamiento de Gregorio Marañón, en la diferenciación específica de los sexos, que, cuando no es alcanzada, puede incluso derivar hacia lo patológico, hemos de concluir que ni Amiel, ni el tipo que encarna D. Enrique, el rey de Castilla, ni tampoco el D. Juan, son los tipos humanos cuya constitución les capacite para un comportamiento normal del amor. El hombre normal, el que se debate entre los polos de esta tipificación que acabamos de ver, si quiere ser tal debe evitar ser atrapado en las redes de estas conductas, tratando al menos de superar en un ejercicio austero, al mismo tiempo que profundamente humano, de la voluntad de ser hombre, aquellas deficiencias que nuestra existencia encuentra al ser puesta en el mundo; ya que nuestro ser, aunque nos es dado, paradójicamente es al mismo tiempo hijo de nuestra esforzada voluntad de fidelidad al sexo para el que se nace. V ._CONTRA PUNTO S A UNA TEORIA Antes de seguir adelante y de adentrarnos en esas circunstancias de lugar y de tiempo — o de ambiente— , circunstancias a las que yo he denominado «entorno», fundiendo en un solo término la expresión preposicional, detengámonos unos pocos minutos, y, en crítica retros­ pección hacia cuanto llevamos dicho, retomemos algunas afirmaciones precedentes para una ulterior reflexión. No es mi intención enjuiciar los conceptos de la sexología mara- ñoniana desde el punto de vista endocrinológico, ni tampoco desde el es el Ars amandi, de Ovidio. El mismo Ovidio fue un Don Juan, con todas sus glorias y con todos sus equívocos. La fuerte y fecunda Edad Media no era propicia para el amor donjuanesco. Es cierto que en la Europa medieval hubo donjuanes, pero vinieron sin ambiente. La modalidad prototípica del amor de estos siglos es el amor caballeresco, lleno de espíritu de sacrificio, monogámico. vencedor de la muerte; o bien la devoción total, silenciosa, mística, casi ase­ xuada hacia la mujer, más que vista, entrevista, como la de Dante para Beatriz. Nada, en suma, que recuerde el amor de Don Juan» (V II, 220-221, primera parte del texto; 219, segunda).

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