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574 A dolfo G o n z á l e z -M o n tes de maravillosa gallardía, orgullo, valor e inteligencia, sin que por ello retire un ápice de la conducta amoral del mítico seductor. Conducta que Marañón interpreta como compensación de su falta de hombría, y que le lleva al desafío de Dios y de la Iglesia91. «Anulemos [dice Sáenz-Alonso] cualquiera de estas seis [siete acaba señalando ella] condiciones precisas [para que se dé el perfecto Don Juan]. Y Don Juan desaparece. ¿Qué nos queda de é l? » 92. Por mi parte, creo que las precisiones de la escritora donostiarra, que polarizan otras que se han hecho a Marañón, no están exentas de importancia. Pero me pregunto si, en realidad, Marañón las ha olvi­ dado. Marañón también interpreta la conducta, no sólo el sexo. Nada más lejos de la concepción «biológica» del médico español, como he tratado de mostrar, que una reducción somática y fisiológica de la conducta del amor humano. 91. Ofrezco aquí este diálogo de la obra de Zorrilla, que recoge esta faceta de la personalidad de Don Juan: Escultor — ¿Tan audaz ese hombre es que aun a los muertos se atreve? Don Juan — ¿Que respetos gastar debe con los que tendió a sus pies? Escultor — ¿Pero no tiene conciencia ni alma ese hombre? Don Juan — Tal vez no, que al Cielo una vez llamó con voces de penitencia y el Cielo, en trance tan fuerte, allí mismo le metió, que a dos inocentes dio, para salvarse la muerte. Escultor — ¡Qué monstruo, supremo Dios! Don Juan — Podéis estar convencido de que Dios no le ha querido. Escultor — Tal será. Don Juan — Mejor que vos. Escultor — (Aparte) ¿Quién será el que a Don Juan abona con tanto brío? (A Don Juan) Caballero, a pesar mío, como aguardándome están... Don Juan — Idos, pues, en buenas hora. Del Don Juan Tenorio, de José Zorilla. Segunda parte, acto V, escena segunda. Tengase presente la acusación que Don Juan hace al Cielo, cargándole toda la responsabilidad de la muerte de Don Gonzalo y Don Luis. 92. M. S á e n z -A lo n so , o . c., 269.