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R a íc e s y en torno d e la p e r s o n a l id a d . 573 «El cerebro de Don Juan [escribe] entra en estudio desde el momento que se supera la teoría de la indiferenciación de su sexo. Del instinto inmaduro de la adolescencia. La valoración de Don Juan sube al punto. Ya no se le analiza bajo el grosero primitivismo. Ya no es un macho en celo. Es el hombre. Y más aún. El hombre torturado en busca del amor. Ese amor que le ofrece cada mujer enamorada y él rechaza por no satis­ facerle. Prosigue su ruta; incansable. Una ruta marcada de total, de po­ sitiva angustia. Angustia que le acucia, que anula en él otra visión de la vida que no sea la de conseguir amar» 88. Sáenz Alonso ve en el donjuanismo más un vicio del amor por inundación erótica del cerebro, valga la expresión, con la consecuente carencia de un tipo determinado de mujer, que una indiferenciación sexual, anclada en la adolescencia y anegada de primitivismo. La escri­ tora vasca se siente incómoda ante el zarandeo que ha vapuleado a D. Juan en la obra de Marañón. El caballero Casanova, que para Marañón será un perfecto D. Ju an 89, para Sáenz-Alonso se acercará casi a la negación del donjuanismo, tanto casi como Amiel. Frente a la interpretación donjuanista que Marañón hace de Casa- nova, Sáenz-Alonso no ve más que un «mujeriego» sin escrúpulos, tipo muy diferente, a su juicio, del de D. Juan, portador de innegables cualidades humanas 90. Sáenz-Alonso ve en D. Juan ciertamente un polígamo, pero no menos un varón dotado de fuerza genital, prestancia varonil y apostura 88. M. S á e n z - A lo n s o , o . c ., 57-58. 89. Expone Marañón su tesis sobre Casanova en su artículo Historia clínica y autopsia del Caballero Casanova (IV 131-148). Las referencias al tema Casanova son constantes en sus biografías biológicas. 90. Para Sáenz-Alonso, aunque Casanova está próximo a Don Juan, no lo podemos identificar con él: «Sus amantes (las de Casanova) se suman a docenas y suenan entre ellas los más claros y retumbantes nombres de la nobleza, mezcla­ dos a meretrices encontradas en el camino de la vida agitada de Casanova v nunca desaparecidas. Casanova (agrega la escritora donostiarra) estaba siempre dispuesto a tirar todos los tiros de su escopeta; el blanco era lo de menos, con ser mujer bastaba. Era, por tanto, prototipo del "mujeriego” . No buscaba "esta” o "aquella” mujer. Buscaba la mujer. Y cuando la mujer se le venía encima por el poder de su avasalladora atracción, no meditaba un solo momento: la tomaba fuera quien fuera. Princesas y obreras, vírgenes y prostitutas, viejas y jóvenes, gordas y flacas, rubias o morenas, todo era apreciado por el poderoso paladar de Casanova, Gargantúa del amor sexual, insaciable su hambre de mujer... Un Don Juan no se da a todas las mujeres porque se valoriza lo suficiente para saber negarse a las mujeres que no le agradan. Casanova —fuerza de la natura­ leza en el genital empuje de poderlo todo— jamás tuvo remilgos. Era su sexo posesión de las mujeres todas. El cerebro lo reservaba para fines más turbios...» (O. c., 251).

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