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R a í c e s y e n t o r n o d e l a p e r s o n a l i d a d . 569 Historia oficial. Con el hecho preciso que la Historia recoge, nace tam­ bién, en su manantial mismo, la leyenda. Representa ésta la reacción del ambinte ante la personalidad del gran protagonista o ante el suceso trans­ cendente; y nos enseña, por lo tanto, mucho de lo que fue aquél am­ biente y mucho de lo que fue la personalidad del héroe, y, por lo tanto, parte de la verdad estricta del acontecimiento»80. Y cuando la verdad es una verdad biológica, piensa Marañón que ésta resalta por encima de enconos y servilismos: la verdad biológica es mucho más difícil de ser deformada que la verdad histórica. Esta puede ser tergiversada; aquélla, no. Porque cuando de episodios hu­ manos se trata, su trascendencia histórica pasa a un plano secundario. El episodio humano tiene unas motivaciones que la Historia no puede deformar: la constitución personal de los individuos. De aquí que sea «relativamente sencillo» el lograr el hallazgo de esta verdad biológica «en el fondo de los espejismos desconcertantes de las leyendas más apasionadas» 81. b) La verdad biológica de la leyenda de D. Juan En las dos biografías antes abordadas, las de Amiel y D. Enri­ que IV de Castilla, Marañón trata de iluminar a través del examen clínico la realidad humana de dos personalidades pretéritas, tomando como criterio interpretativo la conducta amorosa de estos dos perso­ najes, de casi ayer el uno, de siglos pasados el otro. Descubriendo la verdad biológica, que se esconde en la almendra de una vieja leyenda, Marañón trata de ofrecernos en su libro sobre Don Juan, un tercer tipo de comportamiento amoroso enraizado en una determinada caracterización de la sexualidad: el estancamiento del proceso de diferenciación de la varonía en la fase de indiferenciación o del sexo in genere, etapa cínica o de la poligamia absoluta. Este esta- aquí interpretaciones exclusivamente psicológicas de los personajes pretéritos v de sus hazañas, tan en boga en la literatura actual. Por el contrario, me parece que la mayoría de estas interpretaciones, hechas de terminología pura v arbi­ traria, están llamadas inexorablemente a desaparecer. La vida, que es más ancha que la Historia, es mucho más ancha que la Psiquiatría, ciencia inexistente... La Vida es, desde luego, en gran parte, Psicología, en su sentido más dilatado y casi empírico; pero nunca Patología de mentalistas a la última moda» (In­ troducción al Tiberio, VII, 14). 80. Ibid. 81. Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla, V, 104.

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