PS_NyG_1982v029n003p0521_05900410

562 A dolfo G o n z á lez -M ontes No cabe duda que el género de la biografía biológica no ha dejado de suscitar los recelos de los historiadores, recelos, en cierto sentido, legítimamente justificados. Marañón tuvo que dar sus razones y explicar el por qué de sus primeras «intromisiones» en el campo de la histo­ riografía. No voy a repetir aquí lo que a este respecto han dicho ya Laín, Rof y otros autores. Algunos como Rof han reconocido just cados estos recelos de los historiadores ante las intromisiones de los médicos-historiadores, sobre todo, cuando éstos tratan de formular sus afirmaciones, apenas esbozadas como hipótesis, «en forma de pe­ dante descubrimiento o de realidad inconcusa». Por mi parte, entiendo que las biografías que las plumas de los médicos-historiadores tratan de arrancar a la Historia, siempre que no caigan en la pedantesca caricatura de reducir a los biografiados a un muestrario de enfermedades y anomalías psicológicas, aportan ese dato «suscitador de una reacción emocional en el interlocutor» —tal piensa Rof Carballo— , no sólo válido, sino hoy imprescindible, para una comprensión en profundidad de la realidad de ese ser de crisis que es el hombre 67. Marañón fue un avanzado de la actual psicohistoria. No puede reprochársele pedantesca ligereza a quien fue «tan cabal y eminente historiador» en palabra escrita de Laín. A mi entender, fueron esos cuantos principios historiográficos, se­ ñalados por Laín Entralgo, los que dieron consistencia a su labor como historiador, aunque es cierto que Marañón «no fue y no quiso ser» nunca historiólogo, filósofo de la Historia. Marañón fue muy consciente de que la vida del hombre, protago­ nista del proceso histórico, vida que, como él decía, se realiza como Historia, estriba en la libertad de la voluntad humana, si bien determi­ nada, por su natural condición, por esos factores de constitución y entorno, que suelen justificar casi siempre al hombre ante Dios, en última instancia verdadero y único protagonista de la Historia, que ha 67. J . C aro B aro ja , en un desenfadado prólogo Sobre el arte de la biogra­ fía, introductorio a unos estudios históricos, escribe: «En época moderna las (biografías) más significativas (no las mejores), a mi juicio, son los intentos de los historiadores-médicos o de los médicos-historiadores. Dios libre a sus cria­ turas de caer en manos de uno de estos galenos, para los que todo son perlesías hipodagras, cálculos, cólicos, insuficiencias hormonales, úlceras y males venéreos de los mas terribles, heredados o adquiridos por propios méritos. En fin, el caso es que existen estos escritores y actúan con aplauso del público (El Señor inquisidor y otras vidas por oficio, Madrid 1970, 11).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz