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524 A dolfo G o n z á l e z -M o n tes si no quiere anclar su búsqueda de sentido en una cosmología ana crónica. Fruto del giro del pensamiento moderno son los diversos ismos que han intentado en nuestra época dar una solución al problema del hombre y del cosmos. La gran pregunta que hoy acucia al pensamien to, que pugna por una consecución de una comprensión integral del hombre, es la de saber en qué medida la materia y el espíritu humanos, cuya unión indisoluble nos dan la esencia constitutiva del hombre, se hallan exigitivamente vinculados. Hasta el punto que uno de los teó logos actuales como el dominico Congar ha llegado ha plantear el problema de la humanidad de Dios; es decir, «si el vínculo entre el Dios de la gracia, que acaba haciéndose hombre, y el Dios en sí de la eternidad, no será de tal categoría que pueda hablarse, en cierto sen tido, de una humanidad de Dios considerado en su ser absoluto» 3. Desde este punto de vista antropológicamente unitario se sitúa Gregorio Marañón, e intenta como médico endocrinólogo y como his toriador (he dicho que siempre como humanista), una comprensión de los comportamientos humanos. Desde esta perspectiva se acerca a los personajes que estudia; y desde esta perspectiva se acerca también al hombre de cada día y al hombre de todos los tiempos, que son, pese a todo, el mismo hombre. El doctor Marañón tiene siempre en cuenta la verdad biológica, con todo su rico contenido, de sus historiados, para justificar con un amor infinito todos sus desafueros: «Yo creo [escribe en El deber de las edades] que nunca hay motivos bastantes para que los hombres juzguemos con severidad los extravíos humanos, y menos los que atañen a la vida inquieta e imprevista de los sexos, en la que no hay error que no tenga un fondo de justificación ante la biología y, por lo tanto, ante la ley y la moral»4. En su ensayo sobre Enrique IV podemos leer estas palabras: «al circunscribirnos, no a sucesos históricos, sino a episodios puramente humanos (cualquiera que sea su transcendencia histórica), la verdad re salta casi sin dudas, a través de enconos y servilismos. La verdad bioló gica es, en efecto, mucho más difícil de ser deformada que la verdad his- 3. Cristo en la economía salvífica y en nuestros tratados dogmáticos. Artículo aparecido en Concilium 1966-1, 5-28, y que el autor ha recogido en su texto íntegro (ya que en Concilium se le habían hecho algunos cortes) en el libro Situación y tareas de la teología hoy, Salamanca 1970, 110; sobre todo 131-132. 4. III, 149.
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