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556 A dolfo G o n z á lez -M ontes marionetas en manos de un sistema determinístico de factores extrínse cos a ellos mismos. Tal sería el caso de todos los que hacen ciencia histórica desde in terpretaciones fatalistas y deterministas de lo real, de cuño filosófico y teológico, cuando no pseudocientífico. 2) En el otro extremo se en cuentran aquellos otros que se sienten obligados, al actuar como histo riadores, a partir de posiciones que «niegan la posibilidad de un deter- minismo en la historia, sosteniendo que los seres humanos son genui- namente responsables por sus acciones y decisiones, que son las que señalan el derrotero de las transformaciones sociales». A mi entender, esta segunda posición, por aquello de que los ex tremos se tocan, no acaba de superar, sin embargo, un cierto determi- nismo, por paradójico que parezca. No supera aquel determinismo apriorístico que predetermina al hombre a ser el único y absoluto señor de la Historia. De esta forma, la realidad puede ser modelada por él hasta la utopía, o bien, detenerse en el absurdo. Quienes así piensan suelen oscilar entre dos posiciones en nuestro tiempo muy representativas: a) De una parte están aquellos que con siderando al hombre como libertad absoluta, y partiendo de una com prensión de la misma como no condicionada por ningún sistema deter minístico, ven en la Historia un conjunto de acontecimientos impre visibles que rayan en el absurdo. Al hacer historia, el historiador debe tener en cuenta, según esta posición, la ausencia de toda ley de inter pretación histórica61, b) De la otra, están aquéllos, que partiendo también de una predeterminación del hombre a ser el absoluto mode lador de lo real, lo lanzan a conducir la Historia hasta fronteras esca- tológicas insospechadas, producto no tanto de un análisis exhaustivo de la realidad cuanto de un deseo explícito de transformación de la realidad misma. Estos dos extremos, determinístico uno, de imprevisibilidad his tórica el otro —al menos en el punto de partida—, sitúan al historia dor, a la hora de trazar unas bases para hacer ciencia histórica, frente a un esquema de leyes inevitables, las cuales constata la vida del hombre a lo largo de la historia, o frente a la negadvidad absoluta de cualquier canon para historiar. 61. Cabe, sin embargo, preguntarse si no es ésta una ley interpretativa de lo real, y, por tanto, de la Historia; así como una pauta para hacer ciencia histórica. A mi entender, lo es.
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