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554 A do lfo G o n z á l e z -M o n t e s cantes a la hora de escalar el poder. Es el instinto de aquél que cree que el fin justifica los medios el que lanzó a Don Gaspar a la conquista del alto mando del Estado 57. Vemos, y lo ofrezco a título de ejemplo, cómo Marañón ve la carrera política del Valido Olivares en función del eje temperamental de su genio: la ambición58. Para nuestro médico, Don Gaspar llegó a ser el hombre que fue debido de un modo capitalísimo a la herencia biológica y a su diferenciación como varón — la ambición y el dominio se hallan en correlación directa con sexo masculino— , encuadradas en el entorno que pesó sobre él. Marañón estudia al Conde-Duque a partir de su figura, propia de un pícnico, y a partir de su humor ciclo- tímico, dándonos el vector temperamental de su conducta. El hombre es esclavo de su temperamento, afirmaba ya el navarro Huarte. A su vez, el temperamento depende estrechamente de la figura de los individuos. Y ambos hunden sus raíces en la herencia y en el sexo propio marcando así al individuo los límites de su conducta, las fronteras de su comportamiento normal o patológico. Porque, en defi­ nitiva, la forma es el esquema del alma, y el temperamento es la expre­ sión de las raíces que nos constituyen como seres humanos, seres de carne y hueso de telúricos fundamentos. 57. Cito aquí un texto del ensayo biográfico de Marañón sobre el Conde- Duque. En él describe, en pocos y bien marcados trazos, el eje temperamental de Don Gaspar de Guzmán: la ambición. En las audacias de su ambición era genial: «Desconfiaba... de esa veleta tornadiza que era la "gracia real” ; y, juga­ dor de gran juego, prefería no aventurarse y perderlo todo antes de ganar bazas que no fueran definitivas» (El Conde-Duque de Olivares, V, 540). 58. Acudo de nuevo a los textos originales de Marañón: «Pero lo venial de Don Gaspar fue no el talento ni las virtudes públicas o privadas, sino la ambición» (V, 531). «Dentro del Palacio... nuestro futuro dictador aprovechaba con maravillosa astucia los enconos y las simpatías de los otros para mover en la dirección que le convenía, la rueda de su ambición» (V, 532). «Pero am­ biciones de poder como las de Olivares no se detienen porque esas piedrecillas de la dignidad se atraviesen en su camino» (V, 533). «Cuando Uceda ...vacaba consternado por los alrededores de la cámara regia encontró, poco antes de la muerte del rey (se trata de Felipe III) a Olivares. "¿Cómo van las cosas del Príncipe?», le preguntó; y Don Gaspar, sin poder reprimir la ambición satis­ fecha, respondió: "Todo es mío,\ "¿Todo?” , replicó el Duque. “Todo sin faltar nada” , dijo el Conde» (V, 542). Para comprender esta conducta del Valido Olivares «es, ante todo necesario —repite Marañón— el insistir en lo que sirve de eje a todo su carácter: en su voluntad de mandar». Porque en él todo era «ambición más complicada, y sin meta cercana; afán de alcanzar cada escalón para subir al próximo: en suma, para mandar» (V, 581-582).

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