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548 A d o l fo G o n z á l e z -M o n te s sobre el vector temperamental que dimina de estas bases constitutivas de los individuos. Pues bien, en las biografías médico-históricas y en las diversas aproximaciones históricas a los distintos personajes que ha estudiado Marañón46, ha procurado nuestro médico buscar siempre esa apoyatura del comportamiento del hombre que es el temperamento. Diríamos que Marañón se debate línea a línea por encontrar el vector, condicionado por el tiempo y el espacio de la historia humana, que atraviesa y la existencia de sus historiados. Y a través de él Marañón trata de llegar a aquellas otras circunstancias-raíz que nos dan la explicación origina­ ria de sus conductas: la vida inquieta de los sexos o la carga de la herencia, que condicionan las diversas cristalizaciones de las persona­ lidades de los historiados. En el ensayo que Marañón dedicó al Examen de Ingenios, de Juan de Dios H uarte47, expone el médico ensayista, partiendo de las genia­ les y audaces intuiciones del gran navarro — tanto que sus proposicio­ nes fueron condenadas por la Inquisición— , el papel de este vector temperamental en el desarrollo del espíritu. El hombre es esclavo de su temperamento, y, por lo tanto, a veces irresponsable, aun no estan­ do loco, de sus actos, escribía Huarte en su Examen, y audaz para aquellos tiempos, como acabo de decir, le parece a Marañón esta afirmación. Pues hoy ya es bien sabido, continúa Marañón, que del temperamento depende en su mayor parte la calidad del ingenio de los hombres. Y sobre el temperamento influyen toda una serie de factores que presionan sobre él, tales como la herencia biológica y el sexo — factores «apriori» constitutivos— ; y otros que pertenecen al entor­ no en el que se desarrolla la existencia, como el clima, la edad, el paisaje, el «climax histórico», etc. No podían ser iguales los temperamentos de Amiel y de Don Juan, como no lo podían ser los de Olivares y Enrique IV, por ejemplo. E l ambiente histórico de la Roma imperial en la que se desenvolvió el emperador Tiberio hicieron de él un resentido, poniendo miel sobre hojuelas a una pasión de resentimiento que atormentó al César romano hasta su tumba, y que dimanaba de su misma esencia constitutiva. A la base de Amiel alienta el varón supertípico, el biológicamente super-varón; y, como todo varón de estas características biológicas, 46. Abordaré en breve este tema; cfr. más adelante el epígrafe IV. 47. Notas sobre Huarte, III, 265-286.

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