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546 A dolfo G o n z á le z -M o n tes sexo-tipo [subraya Marañón estas tres palabras], no puede trabajar, aun que en la realidad quepan muchas excepciones —infecundidad, soltería, períodos extramaternales de las madres— que poniendo a la hembra al margen de su sexualidad fundamental, la abran legítimamente las puertas de las labores físicas» 40. Valorando el trabajo que las mujeres tuvieron que desarrollar en nuestro siglo con motivo de las guerras, escribe: «El sexo puede ser vencido por una razón de orden social. Pero es un vencimiento fortuito, y, en cuanto puede, recobra sus fueros. Y por ello todos hemos visto que esas mujeres varoniles nos tenían reservada otra gran lección imprevista, tan provechosa como la primera [la de acudir al trabajo de las fábricas en situación de guerra]: la de abandonar con es pontáneo y presuroso impulso, así que los cañones enmudecieron, aquellos puestos de trabajo que parecían definitivamente conquistados»41. Al expresarse así, Marañón trata al mismo tiempo de poner de re lieve la legitimidad de este trabajo de emergencia de la mujer. Así como de afirmar la necesidad del trabajo para la mujer cuando ésta, ya libremente, ya por circunstancias normales o anormales de la vida, queda liberada del ejercicio funcional de la maternidad. «Entonces — dice— el trabajo de la mujer, no sólo es legítimo, sino necesario (el subrayado es su y o )»42. Con todo, el médico español limita el cam po de este trabajo femenino a los campos de la enseñanza, la oficina, el laboratorio, o situaciones de trabajo similiares, excluyendo a la mu jer del campo de la actuación social que él considera más peculiar del hombre: pongamos como ejemplo el ejercicio del gobierno de los pue blos, la política. Esto le lleva a afirmar como situaciones legítimas, pero de excepción, las de aquellas mujeres que se adentran con maes tría y pericia en estos terrenos de la actuación social. Concluyamos este epígrafe con este texto que resume el pensamien to de Marañón a este respecto: «Nuestras actividades, nuestra mentalidad de hombre o de mujer no dependen, pues, de un hábito creado por una división arbitraria del tra bajo, afirmado y perfeccionado por la herencia a través de las generacio- 40. Maternidad y feminismo, V III, 306. 41. V IH , 307-308. Subrayado mío. 42. V III, 308.
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