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532 A do lfo G o n z á le z -M o n tes Termino este epígrafe, cuyo contenido prolongaré en los que le siguen poniendo de relieve cómo la ética cristiana, a la hora de hacer una valoración de los diversos comportamientos sexuales no puede perder de vista el hecho de que la sexualidad, por ser un factor vincu­ lante para la persona, adquiere una gran moldeabilidad y plasticidad. Se hace tan ancha como la persona. Si en la sexualidad experimenta el hombre su indigencia existencial, también en la sexualidad vive el hombre su apertura a los demás, tanto del uno como del otro sexo, apertura por donde queda colmada su indigencia. Todo comportamiento humano sexual debe ser valorado según el significado personal que contiene 17. La eticidad de una conducta se­ xual no puede nunca ser valorada de espaldas a los datos que la an­ tropología nos ofrece sobre ella. Y como los conceptos antropológicos deben en éste, como en casi todos los terrenos de lo humano, elabo­ rarse a partir de los datos originarios que suministra una biología integral18, me propongo ahora sintetizar la aportación de Gregorio Marañón en este campo. 17. Tal es la posición de M. Vidal en su libro Moral del amor y de la sexua­ lidad, Salamanca 1970. 18. Marañón se llamó —dice Laín— a sí mismo «biólogo» y «naturalista»: «Biólogo, claro está, de la vida humana, y naturalista de la naturaleza del hom­ bre; lo cual quiere decir que su ''biología” había de referirse tanto a las hor­ monas como a las emociones y a las creencias, y que su "naturalismo” alude por igual a lo que en la naturaleza del hombre es organismo y a lo que en ella es vocación y libertad, vida personal. Nunca laboró el "biólogo” Marañón su personal idea de esa integral biología humana a que su mente aspiraba v en que su inteligencia se movía. Hubiera podido hacerlo, sin duda, aunque al final de su vida declarase con excesiva modestia no haber llegado, en lo tocante a la realidad del hombre, al dominio de las "ideas generales” . Pero dejó compuestos o esbozados no pocos de los fragmentos de esa posible obra, entre los cuales, me atrevo a destacar los cinco siguientes: teoría general de la glándula incre- tora, doctrina del sexo, psicofisiología de la emoción, biología de las edades, concepción antropológica del hambre» (I, 54).

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