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R a íc e s y en to rno d e la p e r s o n a l id a d . 531 Y esto, porque la sexualidad no es un concepto convertible con el de genitalidad. La sexualidad no imprime su sello solamente sobre lo corporal, sino que determina tanto lo corporal, como lo funcional de todo el ser humano. No son los órganos o las glándulas el sujeto del apetito sexual, sino el hombre entero 15. Y como la sexualidad humana comporta una bifurcación en dos vertientes, las diferencias de hombre o mujer pertenecen al ser cons titutivo del ser humano. La sexualidad adquiere así un profundo ca rácter dialógico, que raya en el misterio de la persona y de su apertura al «otro». El ser varón o el definirse como mujer no es algo con lo que el hombre nace: se llega a ser varón y se llega a ser mujer. Porque si bien es verdad que cada célula del hombre es masculina y cada célula de la mujer es femenina, también es verdad que cuando esta afirma ción se puede mantener con rigor es cuando el proceso evolutivo de diferenciación sexual ha tenido lugar. Tal es la posición de nuestro autor, y a ella vamos ahora a dedicar nuestra atención. Porque, si el hecho de que se sea varón o mujer necesita de un proceso de dife renciación específica dentro de la sexualidad, se nos hace preciso exa minar este proceso, tal y como es entenido por Marañón. El ser humano, viene a decir el médico español, es puesto en la existencia camino de la varonía o de la feminidad, las dos formas radi cales de existencia humana. Pero este camino ha de andarse a partir de una indiferenciación sexual originaria que mantendrá siempre al ser humano entre la normalidad y la anormalidad, dada la situación intersexual del punto de partida y la posterior interferencia mutua de los sexos en el proceso evolutivo de diferenciación. Por otra parte, como la entrada en la existencia se produce en unas coordenadas de encarnación espacio-temporal, en las cuales se es puesto elevando consigo una carga hereditaria —hemos visto su valor constitutivo— , cuando en la pubertad el ser humano adquiere con ciencia de sí, que antes que ninguna otra cosa es conciencia del propio sexo, esta conciencia se manifiesta en el sentido en que haya sido con dicionada por ese factor constitutivo que es la herencia, y por el en torno de tiempo y lugar en el que se desenvuelve la existencia 16. 15. Ver A. A uer , Sexualidad, en Conceptos Fundamentales de Teología, IV, Madrid 1966, 260 ss. 16. En este sentido se expresa Marañón en su ensayo Psicología del vestido y del adorno, III, 485.
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