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490 G erm á n Z amo ra 5. ffDramatis personae” López Altamirano convocó el 2 a toda la universidad para el claus tro del día siguiente, mediante esta cédula: «Dn. Jerónimo Pérez del Barco, bedel: Llamaréis a Claustro Pleno para mañana, jueves, a las nueve de la mañana, para dar razón a la Universi dad de lo practicado por los Comisarios encargados de ver cuál de los dos Cursos del P. Villalpando o Jacquier es más útil a la enseñanza en esta Universidad, leer el extracto de los dictámenes, y resolver sobre to do ello lo más conveniente». Del centenar de individuos que componían a la sazón el estado mayor de la primera universidad hispánica, concurrieron unos cuaren ta, de los que la mitad aparece registrada, en el correspondiente libro de aquel año, dentro de la facultad de teología. Los nombres de esta veintena de teólogos, y la «obediencia» religiosa de los más de ellos, era la siguiente: Felipe Velasco, mercedario calzado; Gaspar Sanz, basiliano; Juan Toledano; Ignacio Recalde, dominico; Agustín de Lasanta, benedictino; José Segura, del Colegio de San Carlos; Luis Martínez, premostratense; Antonio de Alba, agustino calzado; Juan Martínez Nieto, mercedario calzado; Gabriel Sánchez, bernardo; Juan Alcázar, dominico; Leonardo Herrero, premostratense; Gerardo Váz quez; Francisco García; Agustín Anguas, dominico; Antonio Jimé nez; Lorenzo Santamarina; Custodio Ramos; José García, benedictino y Francisco Pérez, carmelita calzado. En el diálogo que siguió a la lectura del extracto entrarían, por lo general, según el orden en que los hemos mencionado. En importancia numérica venía a continuación la facultad de leyes, con nueve representantes: Pedro Navarro, Félix Mangudo, Ignacio Carpintero, Vicente Ocampo, Manuel Blengua, Gabriel Peña, Antonio Varona, Marcos Oviedo y Manuel Alejandro Verdugo. De la de cánones asistían el catedrático Pedro Julián de la Encina y los opositores Geroteo Bringas y José Roldán. De estas dos facultades de jurisperitos había surgido, diez años antes, la advertencia contra una posible admisión de la filosofía mo derna, condensada en el «No adorar a un dios reciente o extranjero». Esta vez, sin embargo, se batiría por ella el doctor Encina. Idéntica actitud mostrarían, por la de medicina, Antonio Cuesta y, sobre todo, Juan Manuel Pérez.
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