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F . DE VlLLALPANDO Y LA UNIVERSIDAD DE. 519 CONCLUSION La Philosophia de Francisco de Villalpando se presentó, desde el primer momento, como un signo de contradicción entre los intelectua­ les españoles. Intramuros de las universidades marcó la división de los espíritus quizás como ningún otro polarizador contemporáneo. En Salamanca se ejemplificaba en grado máximo esa reacción bipolar. Su universidad continuaba siendo cabeza del sistema universitario hispano. Y la recepción nacional de aquel texto de filosofía estuvo en propor­ ción inversa a la proximidad a ese centro del sistema. De las grandes universidades, las tres mayores de Castilla lo rechazaron de plano, las andaluzas se mostraron bastante acogedoras, y las de la Corona de Aragón le abrieron sus puertas de par en par. Esa acogida estaba determinada por la apertura real de cada región y sus focos docentes a Europa o, lo que es similar, pero de signo opuesto, por el mayor o menor predominio en sus claustros, de la escolástica. Donde los partidarios de ésta, o de la principal de sus escuelas, se hallaban en minoría, el manual propuesto por la direc­ ción oficial de la enseñanza se abrió camino y perduró. En caso con­ trario, fue rechazado. Para nosotros hoy importa, más que el manual en sí, botón de muestra de una época lejana, el significado de las posiciones ideoló­ gicas suscitadas en torno a él. Bajo ese aspecto, fue elevado a valor emblemático, sin proponérselo ni su autor ni el gobierno que lo apa­ drinaba. Más en el plano intencional que en el de contenidos bien logrados marcaba la ruta del futuro. La inserción de España en Europa era lo que, en el fondo, estaba en juego y se quería despejar. Por eso, su relativo fracaso corrió parejo con el de aquella «España posible», cuya «gema iridiscente» se dejó entrever por algún tiempo bajo Car­ los III. Por lo que se refiere a la universidad salmantina, parece justo reco­ nocer que no estuvo ni a la altura de los tiempos, ni a la de los inte­ reses de un país cuyo cerebro pretendía seguir siendo, ni tampoco a la de su antigua nombradía, convertida a la sazón y por actitudes como la descrita, en oropel. Germán Z a m o r a

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