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516 G erm án Z amora de no exigírselo, de modo irreprimible, el bien de aquel estudio ge­ neral, el interés de la renovación científico-literaria de España y las remoras puestas por muchos en Salamanca al progreso y mejora de la enseñanza pública. Les movía también el sentimiento de su honra y la de su universidad, expuesta ahora a «la mofa y escarnio de cuantos tienen buen gusto, y saben usar del juicio». En su análisis del extracto indicaban que la encomienda dada por la universidad a sus forjadores se reducía a averiguar qué autor sería más útil para la enseñanza filosófica, Jacquier o Villalpando. Pero, extrapolando su misión, aquéllos lo habían convertido en «un agregado de dicterios contra los dos Escritores ya dichos, una masa confusa de noticias superficiales y un conjunto de preocupaciones, de pedan­ terías y de lugares tan comunes, que no hay Autor alguno moderno que no traiga desatados todos los fútiles argumentos de dicho papel, por ser los mismos que, desde mediados del siglo pasado, inventaron y objetaron los Aristotélicos en Francia y en Italia para irritar al igno­ rante vulgo contra la nueva Filosofía». La mitad del escrito estaba dirigida, sin embargo, a concitar los ánimos contra solo Villalpando, mediante «declamaciones extravagan­ tes y ridiculas, sin usar de otros argumentos que los que suministra la malicia y el pedantismo»: a los comisarios les habían merecido más atención algunas expresiones, relegadas por el autor a prólogos, dedi­ catoria, avisos y notas, que el entero cuerpo de la obra, por enca­ minarse aquellas expresiones a delatar el atraso nacional en todo gé­ nero de literatura, a fustigar los defectos de los escolásticos, y a animar a la reforma. Para ganar a los incautos e ignorantes se valían, además, del pre­ texto de la religión, blandiendo el sofisma del «non causa pro causa», falacia tan útil en casos similares para seducir a «los estúpidos». Sus principales objeciones filosóficas contra Villalpando atañían a la espiritualidad del alma de los brutos, la esencia de la materia, las formas sustanciales y «otras vagatelas de esta clase». Al cotejo con las instituciones de Jacquier dedicaban no más de una hoja, «y aun allí mismo se olvidan de la Etica, manifestando en este descuido la antigua preocupación de los Peripatéticos Españoles, que generalmente no enseñaban esta importantísima parte de la Filosofía,

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