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F . DE VlLLALPANDO Y LA UNIVERSIDAD D E ... 511 y firmado por el rector de su puño y letra, «como se acostumbra con los dictámenes que aprueba el Claustro» 40. Latía en ello un débil gesto de la antigua autonomía universitaria, de cuya conciencia quedaban pocos rastros a nivel oficial. Los claus trales rebeldes a la implantación de la filosofía moderna urgida por el Consejo, parecían olvidar que éste se había constituido en organizador de la instrucción pública para todos, las universidades inclusive. Pero de lo que trataban, en el fondo, era quizás de ridiculizar el nuevo papel asumido por el Estado, sirviéndose de aquella disposición con creta. Es seguro que Herrero no presentaba la moción por su sola iniciativa, sino como heraldo de toda su facción. Con el fin de estudiar la protesta de Herrero a la mayor rapidez, el rector convocó un pleno para el 11. En la cédula convocatoria se hablaba únicamente de la corrección presentada por el extractor a la proposición de Altamirano sobre el envío del informe al Consejo. Pero aquél sorprendió al claustro no ateniéndose sólo al problema enunciado de en nombre de quién había de remitirse su escrito, sino añadiendo otro, más delicado aun: el de que se enviara no una copia, sino tantas cuantos eran los ministros del Consejo, para que pudieran instruirse mejor en la crítica hecha por Salamanca a sus libros de texto y a la filosofía moderna. En la discusión de esos asuntos afloraron las mismas posturas anti téticas que en el pleno del día 3. En general, los villalpandistas urgie ron la expedición del extracto con la celeridad posible, despreocupán dose del número de copias y de la paternidad de la firma, aunque táci tamente se oponían a introducir innovaciones a este respecto. El rector, más explícito, se opuso de modo terminante a la multi plicación del extracto, «por ser en perjuicio de la Universidad», no 40. Altamirano añadió esta postdata a su carta de 8.VII.80: «Señor, iba a cerrar ésta, cuando entró el que extractó los dictámenes con el Secretario, protestando se remitiese al Consejo del modo que tenía yo mandado, que era poniendo al fin de él un testimonio de acuerdo de la Universidad, para que se supiese había determinado ésta fuese en su nombre. Pero ellos quieren más que esto, pues pretenden sea la Universidad quien hable con el Consejo, y no los Comisarios. Y esto, sin duda, porque creen que así se disimularán mejor sus defectos. Me han pedido cédula de Claustro para esto, y yo creo es por detenerlo más. Espero vaya el correo que viene, aunque si se juntan los 40, sabe Dios lo que sucederá. Están también empeñados en que yo he de firmar este compendio de desvergüenzas, y por esto también anhelan a que lo remita la Universidad: aunque, si esto se determina, lo firmaré añadiendo es sólo como Rector de ella» (AHNC leg. 5339 n. 34, en f. suelto). 3
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