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484 G erm á n Z amora Como rector, López Altamirano 2 lucharía sin desmayo para que se cumpliera en su universidad la orden del Consejo. La historia del for­ cejeo, entablado allí a causa de la misma, permite insertarlo entre la minoría renovadora de la facultad de filosofía, y constituye el hecho más sobresaliente de su largo rectorado, al que accedió a los 25 años de edad y en el que se mantuvo de 1779 a 1782. Otros indicios de sus inclinaciones ideológicas pudieran ser su per­ tenencia a la generación de jóvenes profesores como Juan Justo García y Tadeo Ortiz, paladines, algo más tarde, de la autonomía de la facultad de artes, no menos que su apoyo a la adquisición, para la biblioteca universitaria, de las Enciclopedias de Diderot y Panckoucke 3, e incluso alguno de los dos ruidosos incidentes contra su persona como rector, pues el de su furtivo encarcelamiento, por mandato del canciller, en la noche del 2 de junio de 1781, parece en conexión con la modernidad de sus ideas jurídicas, no en desarmonía con las filosóficas 4. Si en ambos conflictos se observan discrepancias del rector con individuos aislados del claustro, el provocado por el texto de Villal- pando lo enfrentó con una gran parte del profesorado, aunque distara de luchar solo. Y también en este caso, como en los dos aludidos., el Consejo le daría la razón, sin que aquí pudiera darle la autoridad para imponerla5. 2. Natural de Zamora, se había matriculado de «artista» en la universidad salmantina el 20 de noviembre de 1771 (AUSal L. 475 f. 79v). En una R.C. de 31.X.81 se le llama «vasallo distinguido por su profesión y nacimiento» {ibid., L. 241 f. 594v). Era licenciado en derecho civil. 3. La Junta de Biblioteca tomó este acuerdo en su reunión de 9.V.82, pre­ sidida por L. Altamirano: «Que inmediatamente se suscriba la Enciclopedia francesa de Pancouke («c); que se encargue a algún sujeto de inteligencia v confianza en Madrid para que compre la antigua Enciclopedia; que el Sr. Biblio­ tecario presente a la Junta la lista de libros que faltan y deben comprarse, añadiendo a ella cada individuo de esta Junta los que le parezcan necesarios. Se dé orden inmediatamente a Madrid, a quien determine el Sr. Bibliotecario, para que haga esta compra» (ibid., L. 241, en la fecha citada). 4. AUSal L. 241 ff. 467-98; 525 ss. 5. La versión de lo sucedido enel segundo de los incidentes, dada por su protagonista el doctor José Rico, quien había puesto las manos sobre el rector «con bastante estrépito», era la de que aquél, tras contestaciones recíprocas, «resultó intentar atropellar mi persona, tratando de cerrar y asegurar la ouerta del claustro, gritando y como pidiendo auxilio, para prenderme, a sus domés­ ticos, que con efecto lo son, y ocurrieron a las voces D. Alonso, presbítero sacristán de San Isidro, y el ama que le asiste, quienes, llenos de confusión y bochorno, parecía que de hecho y caso pensado me estaban esperando nara insultar mi persona, porque de los tres, quién me agarraba de un brazo, éste me aseguraba el manteo, la otra me quitaba el sombrero, todo con el fin de

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