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F . DE VlLLALPANDO Y LA UNIVERSIDAD DE. 495 primar, lógicamente, sobre las restantes facultades en la vieja concep­ ción de la universidad. Pero tal teología parecía, a su vez, insostenible sin su «ancilla» secular, la filosofía del mismo nombre. Estando, pues, universidad, teología y filosofía escolásticas tan in­ terpenetradas, los ataques a las segundas difícilmente no lesionarían a la primera. Es decir, Villalpando amenazaba la estructura del venerable edificio por su base tradicional. Aparte de esa conexión implícita, su obra contenía, a juicio de Herrero y sus colegas, una detracción expresa contra los estudios ge­ nerales, radicada igualmente en el escolasticismo de estos. Las disputas académicas los estaban envileciendo, por haber dege­ nerado en su temática y en el modo de conducirlas. Aquélla se com­ placía en los argumentos más exóticos y absurdos, y éste llegaba a revestir visos de pantomima, con lo que las aulas se transformaban en teatro, para pasatiempo de un público estudiantil que se divertía con escenas más dignas de una taberna, o de peleas entre bárbaros 14. Herrero dedicaba varios densos folios del extracto a refutar las breves, pero también densas notas episódicas, de Villalpando sobre el asunto. Este derramaría en pocas líneas más veneno, contra «los Cuerpos más venerables del orbe, que Erasmo en todo el Elogio de la locura y demás detractores juntos. Su descaro rayaba en «cínica irrisión», no menos ofensiva a aquellos cuerpos que a sus patronos los papas, los reyes, los obispos y a cuantos en ellos se hubieran formado 15. 14. AHNC, l. cit., ff. 98v.-101 y 115v. Los ataques de Villalpando a la situación universitaria se concentran en las notas de I 480-490, y se inscriben en la corriente coetáea, como los de Torres Villarroel, Isla, Lanz de Casafonda, Genovesi, Vernei (de quien depende en parte) y tantos otros (cf. F. A guilar P iñ a l, L os comienzos de la crisis universitaria en España. Antología de textos del siglo XVIII [Madrid 1967]). 15. AHNC, l. cit. Es constante, en el extracto, el afán por llamar la atención de los poderes públicos contra la Philosophia: «Si esto fuera cierto, válganos Dios, ¡qué ciegos han estado y están los soberanos Pontífices y Reyes, que eri­ gieron, dotaron, conservan y honran a las Universidades! ¡Fundan y mantienen unos Teatros en que sólo se ven escenas propias de los Sármatas! ¡Llaman depósitos de las Ciencias y fuentes de donde se propagan al resto de sus Esta­ dos, a unos Corrales, en que sólo se congregan unos mimos ridículos! ¡Esta sí que sería barbarie!» (ibid., f. 100).

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