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S an F r a n c isc o a n t e e l d e s a f ío . 421 A un franciscano, este canto a la belleza del cosmos en cuanto refleja la Belleza divina le da un anticipo del cielo que espera, según dice San Buenaventura. Pero todo esto da en el rostro al marxista. Es el momento de recordar la conocida tesis de Marx, según la cual no es cosa de seguir contemplando el mundo, como hasta ahora han hecho los filósofos, sino que ha llegado el momento de transformar­ lo 17. Sin duda, Marx tenía razón ante una filosofía, como la griega, la cual pone toda la felicidad del hombre en contemplar este «cosmos» reluciente, como si fuera un todo acabado y perfecto. Pero verlo así repugna también al pensamiento bíblico. Según éste, Dios ha reali­ zado su obra en los seis días genésicos. Pero no ha dejado el mundo concluso. Y para completarlo ha llamado al hombre a colaborar con El. La Pacem in ten is no pretende otra cosa que incitar al hombre a que colabore en la obra que Dios ha dejado a medio hacer (sit venia verbi). El marxismo ha tomado conciencia de que las cosas no están acabadas; que hay mucho mal en el mundo que es necesario raer. Lo que sucede es que en vez de sentirse colaborador de Dios ha creído necesario partir de cero, al no hallar base ninguna en qué apoyarse. Su radical ateísmo le forzó a tener que prescindir totalmente de Dios. Es entonces cuando el hombre, con pretensión satánica, quiere su­ plantarle para realizar él solo la faena creadora. Este plan se halla profetizado en el máximo novelista ruso, Dos- toiewski, el vidente de esta nueva edad. En Los hermanos Karamazov, uno de ellos, Iván, se encara con la omnipotencia divina para acusarla de malvada por no impedir el que un niño llore en la tierra. Un billete de viaje para un mundo así es inaceptable. Iván lo rechaza. Y, con el rechazo del billete, también la existencia de ese Dios, incapaz de suprimir el mal. Igualmente se encara con Cristo para acusarle de impotencia ante una Iglesia que dice haber fundado y que ha sido incapaz de hacer que le permanezca fiel, como La Leyenda del Gran Inquisidor lo prueba hasta la saciedad. ¿Qué hacer entonces? Iván afirma que ya están dispuestos a hacer un mundo mejor quienes no creen ni en Dios ni en Cristo. Me viene a la mente un recuerdo del XIV Congreso Internacional de Filosofía, que tuvo lugar en Viena, donde 200 profesores de Moscú proclamaron altamente este mensaje: «Nosotros no decimos que haya- 17. Thesen über Feuerbach, en Ausgewählte Schriften in zwei Bänden, Bd. II, Moskau 1950, 378.

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