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S an F r a n c is c o a n t e e l d e s a f ío . 419 Sólo así, desde otro ángulo de vista, la Iglesia de Cristo triunfará de la contra-iglesia del materialismo dialéctico y opresor. La «nueva hora» de San Francisco no tiene, pues, un sentido de milenarismo apocalíptico. Es tan sólo — y esto es mucho— el momento propicio, la «chance», de poder entrar la historia por caminos de menos dureza de poder y de más sentido de comprensión mutua, hacia un futuro más humano. Y en definitiva, más cristiano. 2.° Dos m e n t a l id a d e s o p u e s t a s : LA FRANCISCANA Y LA MARXISTA Cualquier espíritu reflexivo advierte al instante puntos de contacto entre la concepción marxista y la franciscana. Dos de ellos son los más relevantes: la preocupación por los pobres, los proletarios, y el sentido universalista del mensaje. San Francisco dio el nombre de «minores» a quienes le seguían. Como el nombre obliga, el franciscano siempre se ha sentido a gusto entre los pobres y necesitados con un sentido de acercamiento benéfico. Este sentido de acercamiento lo comparte la mentalidad marxista. Hasta hay que anotar en la cuenta a favor del marxismo que de él han partido grandes movimientos en pro de los oprimidos por la injusticia, como reiteradamente se ha hecho constar. El franciscano es el primero en reconocerlo. Por lo que hace al mensaje universalista, el marxismolo traduce en la palabra humanidad. Desde ella hablan losmarxistas y desde ella motivan sus razonamientos. Al franciscano le gusta más la palabra fraternidad, que vincula mejor a todos los hombres con el que llama­ mos «Padre Nuestro». Lamentablemente la palabra «humanidad» tien­ de a eliminar a Dios y a quedarse sólo con el hombre. Así, al menos en el lenguaje marxista. Pero esto ya es iniciar el contraste entre ambas ideologías, el contraste del que vamos a hablar. Antes de analizar por parte nuestra este contraste, anotamos que el historiador K. Ipser, del que terminamos de hablar, nos ha señalado algunos puntos primarios en este contraste. De modo llamativo lo hace cuando en el Canto de las Creaturas, compuesto por San Francisco, ve el himno de la Internacional Cristiana, que mira al cielo para cantar la gloria de Dios, mientras que la Internacional marxista canta a la tierra porque del cielo no llueve pan. K. Ipser no ha hecho, sin em­ bargo, un reflexivo análisis de este contraste. Es lo que intentamos hacer ahora, aunque sólo sea de un modo sumario. El tema es más

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