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418 E . R ivera El Santo de Asís vive la fraternidad en sentido cósmico, piensa K. Ipser. Comienza en la tierra y culmina en los cielos. En un pasaje atrevido, frente al Papa, sucesor de Pedro, el primero entre los Obispos, cabeza del clero, pone a Francisco, el más pequeño, quien conduce a la humanidad por los caminos de una convivencia fraterna, semejante a un «segundo Cristo». Una vez más, el lector debe atenerse más a lo que pretende decir el escritor que al rigor de las palabras en las que expresa el contenido de su pensamiento. Este no es otro que subrayar la significación histórica actual del Santo en cuanto éste señala ese futuro camino de la humanidad hacia el abrazo de todos los pueblos y naciones 13. En el Canto de las Creaturas, piensa K. Ipser que San Francisco ha dado el salto más excelso hacia la altura de Dios. Recuerda que para la sensibilidad religiosa de E. Renán, en otras ocasiones muy des­ viada, este Canto es la poesía religiosa más bella después del Evangelio, la expresión más moderna de la sensibilidad religiosa del hombre de hoy. Pero no se contenta con esto. Lo declara el himno nacional de la humanidad — die Nationalhymne der Menschheit — . En San Damián, después de descender del monte Alvernia, nos dice K. Ipser, San Fran­ cisco, ciego y enfermo, compone este himno esplendente en el que cantan todos los seres al Creador. Es el cántico de la Humanidad Una. Es «La Internacional de Dios» que corea el hombre en fraternidad universal, la predicada por este celeste comunista de Dios. Con mirada esperanzada, piensa K. Ipser que el próximo milenio vivirá francisca­ namente en un abrazo fraterno. Y mirará a toda creatura como una esencia hermana que Dios le ha confiado 14. Ahora se explica que K. Ipser en el frontis de la primera presen­ tación de su obra se haya atrevido a escribir que el santo comunismo de Francisco triunfará del materialismo dialéctico y militante de Pan- kow, Moscú y Peking, y desenmascará el materialismo práctico con­ sumista de Frankfurt, Londres y Nueva York. El entusiasta escritor ha creído hallar en esta visión del futuro la senda segura y cierta para el feliz milenio que se avecina. Se logrará este feliz milenio si triun­ fan los ideales de sencillez y pobreza que encarna Francisco para llevarlos a un mundo de hermanos, abrazados por el vínculo del amor.

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