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S a n F r a n c is c o a n t e e l d e s a f í o . 423 que el marxismo halla una explicación obvia en uno de los conceptos claves de su filosofar: la alienación. Con este concepto cree poner en claro la superchería del «más allá», que motiva el que la conciencia se haya sentido a caballo entre dos mundos, sin saber por cuál de ellos optar. Nacido el hombre de la tierra y para la tierra, la superchería religiosa le ha lanzado a un más allá vacío e inconsistente en el que la conciencia ha vivido alienada, por una fútil esperanza que le ha echado fuera de sí y le ha incitado a dar de mano al mundo real que tenía a su vera. Pero sonó la hora en la que el marxismo denuncia tal superchería para que el hombre definitivamente encuentre su puesto en la tierra y con la tierra. «Sí, a la tierra», dijo Nietzsche. Pero ya antes había dado Marx la misma consigna. A la luz de esta consigna hay que interpretar su famosa y malévola expresión: «La religión es el opio del pueblo». La religión entontece al proyectar al hombre hacia un más allá inexistente. Uno de los efectos peores que ha tenido la alienación religiosa ha sido, según Marx, la resignación que ha inculcado a la masa. Con la resignación se ha unido la tendencia a buscar la justificación de las injusticias sociales en la Trascendencia. En el Cristianismo, opina Marx, esta justificación ha hallado un apoyo inhumano. «Los principios sociales cristianos, afirma, han justificado la esclavitud clásica, han glo­ rificado la servidumbre medieval, y cuando hace falta, saben aprobar la opresión del proletariado. La teoría de las recompensas y de los castigos es la panacea de la sociedad burguesa, dividida en clases, que necesita dar una justificación jurídica del trato que impone a los que oprime» 20. Con la historia en la mano se pudiera hallar algún fundamento al ataque de Marx contra el Cristianismo. Si el mensaje de éste ha sido un mensaje de liberación, al proclamar que ante Dios no hay judío o griego, hombre o mujer, esclavo o libre, también es cierto que en la historia estos principios han tardado en hallar una respuesta práctica correspondiente. Y es la praxis de los cristianos, no siempre a las alturas de las exigencias del Cristianismo, lo que ha dado pretexto al ataque de M arx21. 20. Tomamos estos datos de Jean-Ives C alvez , El pensam iento de Carlos Marx, 3.a ed., Madrid 1962, 88. 2 1 . N. B erd ia eff , El cristianismo y la lucha de clases. Dignidad del Cristia­ nismo e indignidad de lo s cristianos , 4.a ed., Buenos Aires 1946. Excelente refle­ xión sobre este tema, aunque haya de tenerse en cuenta la tendencia de este

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