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L a t o l e r a n c i a en e l p e n s am ie n to d e . 353 rer makes the Apostle to write in such Fundamentalls and principal! points, wherein the Word of God is so oleare that a man cannot but be convinced in conscience, and therefore is not persecuted for matter of conscience, but for sinning against his conscience» 182. Por otra parte, la expresión «por su propia sentencia» o «auto- condenación» no se refiere a los herejes que pecan contra materias fundamentales de su fe, sino a hombres obstinados en cuestiones de menor importancia, etc. Los términos «perversión», «pecado», que implican una desviación del camino de la verdad, conducen a una con­ denación por propia sentencia, es decir, a unos mecanismos de control de la propia conciencia que se erige en nombre de Dios en acusadora del hombre 183. Las amonestaciones, a que hace referencia el texto que estamos contemplando, no corresponden a castigos corporales o medidas civi­ les que pudieran infligirse a las personas y a sus propiedades sino que se traducen por reprensiones, exhortaciones y persuasiones de la pa­ labra de Dios, transmitidas a la conciencia, en nombre y presencia del Señor, en medio de la Iglesia. Esto parece evidente porque, si Tito, a quien fue destinada la epístola con sus directrices, no era ministro de un estado civil sino del evangelio, sus armas tampoco podían ser las de un estado terreno cualquiera sino las espirituales, salidas de la palabra de Dios. Ni Tito ni la Iglesia de Creta podían ejercer poderes estatales; sus armas consistían en la separación del cristiano de Cristo y de la Iglesia, en alejar al pecador de la comunidad del Israel de Dios, en una palabra, en la excomunión. En consonancia, las amones­ taciones no podían proceder del magistrado civil sino de Tito y de la Iglesia en comunión con él. La excomunión, en definitiva, es asunto de la Iglesia y no del magistrado civil y nunca puede ser invocada para defender la persecución m. 3) La tolerancia es necesaria cuando se trata de cuestiones doc­ trinales no fundamentales. Además, se advierte la necesidad de dicha tolerancia hasta que Dios se digne revelar al hombre su verdad. La razón última de la tolerancia en este caso estriba en la bondad abso­ luta de Dios que, en el momento oportuno, puede infundir el arrepen­ timiento al hombre haciéndole pasar de la ceguera a la luz. Ante la 182. Id., o . c , 87-8. 183. Id., o . c .} 88-9. 184. Id., o . c ., 90-1.

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