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336 J uan J o sé H . A lonso La polémica había sido cuidadosamente preparada por R. Wi­ lliams, que había leído y releído las obras más significativas de los escritores cuáqueros, entre las que se encontraba The Great Mistery of the Great Whore, de Fox, obra «poor, lame, and naked», en opi­ nión de Williams, y cuyos argumentos eran débiles, insensatos, anti­ cristianos y blasfemos. Dicha polémica iba a ser entablada, en princi­ pio, entre Williams y Fox, pero, al marchar este último a Inglaterra antes de recibir una carta de aquél, en la que se cursaba el desafío en forma de catorce proposiciones —la carta no llegó a tiempo a su destino por una acción premeditada de los amigos de Fox— , R. Wi- llams tuvo que enfrentarse a tres predicadores cuáqueros: John Stubbs, William Edmondson y John Burnyeat. Una vez convenido el lugar donde había de celebrarse los debates —las siete primeras proposiciones, en Newport y las otras siete, en Providence— , R. Williams se puso en camino hacia Newport, llegando a la medianoche del día anterior a la celebración del debate inicial, fijado para el día 9 de agosto, después de haber remado las treinta millas que separaban a Providence de esta ciudad. La sala destinada a los debates estaba repleta de simpatizantes de ambos bandos. Entre los partidarios de Williams se encontraban Gor- ton, John Greene y Randall Holden; entre los cuáqueros, William Harris, Cranston, Easton y Coddington. El primer día se dedicó com­ pletamente a la presentación y pruebas de la primera proposición de Williams, en la que se intentaba probar que los cuáqueros no eran auténticos cristianos según la Sagrada Escritura 144. R. Williams pensó emplear su tiempo arguyendo a la manera que había aprendido en Cambridge, es decir, exponiendo exhaustivamente sus puntos de vista, contrastados con pasajes de la obra de su adversario, para después permitir a sus oponentes la oportunidad de réplica. Pero se equivocó al presumir que los cuáqueros iban a escuchar pacientemente sus argu­ mentos. Su intervención fue interrumpida constantemente y sus pala­ bras acalladas por las insistentes impertinencias simultáneas de sus tres enemigos 145. El ambiente hacía pensar en un altercado más que en un debate verbal y fue tal la tensión que allí se produjo que la intervención se extendió a los partidarios de ambos bandos, quienes aplaudían o vociferaban ante los argumentos de los contrarios. Wi- 144. R. W illia m s , George Fox dig¿d out of bis Burrowes..., 41. 145. Id., o . c ., 38.

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