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328 Ju a n J o s é H. A lo n s o Aparece claro, pues, que la doctrina puritana sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado depende de forma absoluta de su creencia en un Dios que revela su voluntad al hombre. En una comunidad ideal sería inviable la confrontación entre ambos poderes. Tanto el ministro como el magistrado han de prestar obediencia a la voluntad y manda­ mientos divinos y si alguno de ellos se desvía ha de ser corregido por el otro 12 A esta razón fundamental J. Cotton aduce otras para confirmar su postura intolerante. El hereje obstinado ha de ser castigado no sólo para su bien sino para proteger a la comunidad de la posible conta­ minación. La mentalidad calvinista de Cotton, según la cual el hombre está corrompido en su ser, no entreveía más salida para el hereje que el castigo y la humillación en esta vida como paso a la salvación. Si el miedo al infierno podía conducir a la salvación, ¿por qué el castigo terreno no podía ser considerado una bendición de Dios? 123. Además, en la intransigencia de Cotton pesaba extraordinariamente una razón, entonces vigente en la conciencia popular, a saber: la comuni­ dad que honraba a Dios era recompensada con prosperidad material; en cambio, la que lo ofendía era castigada en lo temporal. «If an Israelite forsake God he disturbeth not onely the Common-wealth of Israel, but the Barks of Pagans, and Heathen States, as Jonah did ...A Christian by departing from God, may disturbe a Gentile civill sta­ te» 124. Como consecuencia de tal desviación, se producía, pues, el castigo divino. Como ejemplo que probaba tal hecho, se aducía lo siguiente: «When the Christians began to pollute themselves by the Idolatrous wor­ ship of Imagesmand the Christian Emperors tooke no care to reform this abuse in Churches, the Lord sent in (amongst other barberous nations) the Turkes to punish, not onely degenerate Churches, but also the Civill State» 125. 122. Cf. Id., o. c., 82; Id., The Keyes of the Kingdom of Heaven and Po­ wer thereof according to the Word of God, Boston 1852, reprinted^ 95-100. Aquí se enuncian una lista de materias en las que los ministros han de obede­ cer a los magistrados civiles. 123. Id., The Bloudy Tenent, washed, And made white in the Bloud of the Lambe, 20. 124. Id., o . c ., ibid. 125. Id., o. c .} 13.

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