PS_NyG_1982v029n002p0255_04110410

324 J uan J o sé H . A lonso Dios, tiene autoridad para enseñar y presentar al pueblo tal verdad. La voluntad de Dios se expresa, en opinión de J. Cotton, de forma completa y definitiva en la Biblia y cualquier añadidura ha de inter­ pretarse como hechura humana y, por consiguiente, diabólica m. En la doctrina del conocimiento y en las relaciones entre la razón y la fe, J. Cotton se desvió asimismo del pensamiento tradicional de la Edad Media. La filosofía no es considerada ya «Ancilla theologiae» y la teología pierde su valor cuando sus argumentos no se apoyan en sólida base escriturística. La doctrina tradicional afirma la incapacidad de la mente humana para el conocimiento directo de la verdad habien­ do de recurrir al mundo de los sentidos y la imposibilidad de captar la esencia de Dios mientras permanezcan unidos el alma y el cuerpo en esta vida mortal. Por tanto, las cosas divinas no son aprehendidas sino por analogía haciéndose necesarios los símbolos sensibles para la percepción de Dios. J. Cotton, en cambio, aun admitiendo diversos medios para adquirir el conocimiento, distinguió netamente la «in s­ trucción sobrenatural» de la «razón natural» y admitió la posibilidad de que el hombre, iluminado por la gracia, pudiera conocer a Dios directamente, haciéndose de hecho innecesarios los símbolos materia­ les para llegar al conocimiento de la divinidad. La gracia, a la que recurre Cotton para explicar el conocimiento de Dios, y la concepción de la misma constituyen otro punto funda­ mental en el pensamiento del líder religioso de Nueva Inglaterra. La gracia, entendida por los teólogos del Medioevo en términos de don libérrimo de Dios al hombre con el que la naturaleza humana ha de cooperar, sin que en ningún momento pueda hablarse de la certeza en la salvación, plantea al cristiano un serio interrogante: ¿cómo pue­ de el hombre estar seguro de que posee la gracia? La respuesta de Cotton es clara: Dios ha elegido a cierto número de individuos para la salvación; sus pecados han sido perdonados incluso antes de que se hubieran arrepentido de ellos y la conversión no significa otra cosa sino una percepción interior por la que uno se ve en el grupo de elegidos. La conversión va lógicamente seguida de la fe y de la obser­ vancia de los mandamientos pero su garantía es esa percepción o seguridad interior. J. Cotton seguía así a Calvino no buscando la 112. J. C o tto n , A Modest and cleare Answer to Ur. Ball's Discourse of set formes of Prayer, London 1642, 33.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz