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312 J uan J o sé H . A lonso de un sentimiento religioso, cuya intensidad variaba obviamente según las comunidades y regiones. Esta afirmación genérica puede aplicarse con toda justicia y como caso especialmente verdadero a Nueva In glaterra. Sus primeros colonizadores abandonaron su patria para esta blecerse en una tierra en la que no solamente pudieran desarrollar sus inquietudes religiosas personales sino también formar sociedades o comunidades cristianas que constituyesen el vehículo de expansión de su celo comunitario. La religión se entendía, por tanto, no como rela ción meramente personal del hombre con Dios —relación que pudiera haber sido perfectamente mantenida en cualquier lugar de Inglaterra o de Holanda— sino como dimensión comunitaria. El cristianismo era para ellos de carácter eminentemente difusivo y en sus intenciones subyacía el ansia de comunicarlo a los demás. En correspondencia con esta concepción misionera del cristianismo, constatamos el progre sivo incremento de iglesias que tuvo lugar en aquella zona del mundo. En 1647, Nueva Inglaterra contaba con cuarenta y tres iglesias agru padas bajo una sola comunión; tres años más tarde el número de ellas había ascendido a cincuenta y ocho con un total de fieles de siete mil setecientos cincuenta; y en 1674 eran más de ochenta. De ellas, doce o trece estaban en Plymouth, diecinueve en Connecticut, tres en Long- Island y cuarenta y siete en Massachusetts y New Hampshire. Con razón podía hablarse de Nueva Inglaterra más como plantación reli giosa que comercial. La pureza de su doctrina, se dice, de su culto y de su disciplina estaba escrita en su frente90. Desde las primeras colonizaciones de Virginia en 1607 hasta, apro ximadamente, el año 1660 el florecimiento de la religión fue franca mente sorprendente habida cuenta de las dificultades que los colo nizadores encontraron no sólo entre los indígenas sino también en sus relaciones con el gobierno de Inglaterra. La lectura de los testimo nios de aquella época nos ofrecen la impresión de un auténtico diluvio de gracia de Dios caído sobre las tierras fértiles de Nueva Inglaterra. Las Iglesias de Boston, Salem y Plymouth, por citar sólo unos ejem plos, conocieron los días más venturosos de su historia religiosa. La religión era estimada como la más importante de las bendiciones divi nas, tanto para el individuo como para la sociedad; se ansiaban y 90. Tomado de R. B aird , Religión in America; or, an Account of the origin, relation to the State, and present condition of the evangelical churches in the United States, New York 1856, 118.
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