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302 J uan J o sé H . A lonso la reforma religiosa y con la concesión de ciertas garantías en el terre­ no de las política, para más tarde, una vez los independientes en el poder, forzar la ejecución del rey y la implantación de la república. Se convocó la asamblea de Westminster y en 1643 Inglaterra, Esco­ cia e Irlanda se comprometían mediante un pacto, «A Solemn League and Covenant», a la reforma y defensa de la religión y a mantener la paz y la seguridad de sus reinos. Tal pacto fue jurado y firmado por las asambleas eclesiásticas, por los parlamentos de Londres y de Edim­ burgo y por todos los ciudadanos de Inglaterra y Escocia que hubiesen cumplido los dieciocho años. Al filo de estos acontecimientos densos y trascendentales surge impetuosamente el grupo de independientes. Pero antes de seguir con el desarrollo de los acontecimientos reflexionemos sobre el impacto que el puritanismo pudo ejercer sobre R. Williams. c) El puritanismo en la vida de Roger Williams Como todo buen puritano, R. Williams debió sentir en su propia carne el sentimiento de impotencia que sufre el hombre frente al Dios lejano, de cuya benevolencia depende la salvación. El puritano apre­ ciaba un obstáculo grave entre el hombre y su salvación que no podía ser superado por ninguna institución humana ni siquiera por el minis­ terio de la Iglesia. R. Williams asumió una de las doctrinas más fun­ damentales del puritanismo: la depravación de la naturaleza humana. Aprendió a concebirse a sí mismo como ser inclinado al mal y a la condenación si la gracia de Dios, dispensada a través deCristo, no acudía en su ayuda. También aprendió que el número de elegidos era menor que el de condenados. La angustia que se cernía sobre el alma de R. Williams como consecuencia de la asimilación de estas doctrinas no podía ser alejada recurriendo a la institución eclesial ni a la auto­ suficiencia humana por la sencilla razón de que el puritano no creía ni en la Iglesia ni en el hombre. Solamente le cabía la posibilidad de la esperanza en la misericordia de Dios, adivinada o rastreada en una serie de acontecimientos que, en el sentir común de los teólogos de la época constituían una prueba —en todo caso débil— del proceso de salvación que se efectuaba en el alma. De ahí que en el ánimo de Williams estuviese siempre presente el escrutinio de su alma para comprobar —siempre con una certeza relativa— si de hecho estaba en el camino de la salvación. Tratándose de un Dios lejano e inacce-

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