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L a tolerancia en el pensamiento de . 295 descritas aquellas experiencias de tipo espiritual por las que todo buen cristiano puede entrever el estado en que se encuentra su alma. A través de esta obra el lector puede aproximarse a los sentimientos religiosos más íntimos del alma de Williams y comprobar que la cons­ tante y tenaz actividad del político es incomprensible sin esta ver­ tiente religiosa del hombre que, como buen calvinista, valora sobre todo su salvación y la de sus hermanos. El propósito de esta carta, destinada en un principio a permanecer en la intimidad de la familia, consiste en anunciar tanto al débil en la fe como al fuerte de espíritu que, en cualquier circunstancia, la vida espiritual puede realizarse con la ayuda de Dios. A pesar de que el aspecto y tonalidad de Experiments no sean distintos a los de los empleados en los diarios y devocionarios de la época, el espíritu de la obra difiere substancialmente de ellos al remontarse sobre la consideración de detalles insignificantes y profundizar en la esencia de lo que constituye la salvación. La cualidad espiritual del cristiano se valora, en opinión de R. Williams, en términos de relación con Dios, con los hombres y consigo mismo. La auténtica relación del hombre con Dios consiste esencialmente en poner a Dios como cum­ bre y meta de toda la actividad humana y en acomodar la práctica moral al decálogo de Moisés 68. La sinceridad del hombre consigo mis­ mo se refleja sobre todo en el sacrificio y en la visión sobrenatural que permite utilizar las cosas de este mundo, huyendo del pecado, en función del más allá 69. La compasión y el amor a los demás — sean creyentes o no— la disposición para incluso entregar la vida temporal, el horror a la contaminación del pecado y cosas semejantes son algu­ nas de las cualidades que deben adornar al hombre en sus relaciones con el prójimo. En definitiva, la esencia del cristiano estriba en el conocimiento y práctica de la vida de Je sú s70. La ausencia de una genuina religiosidad que, en último término, es falta de vivencia cris­ tiana, conduce a guerras, hambre, pestes y cosas semejantes, signos del abandono de Dios hacia el hombre. La vida, en este contexto, no es más que un «soplo» que no sirve sino para «our purging and fit- ting for an eternall G lory»71. 68 . Id., o . c ., 82 . 69 . Id., o . c ., 91 . 70 . Id., o . c ., 104 . 71 . Id., o . c ., 113 .

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