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L a t o l e r a n c i a e n e l p e n s a m ie n t o d e . 287 saber, la conversión del indio, ya que la propagación del evangelio, tal como reza la cédula original de la Colonia de la Bahía de Massa- chusetts, era la meta final del puritano en el establecimiento de las colonias. Testimonios fidedignos avalan esta afirmación haciéndose eco de la labor de Williams entre los indios aborígenes36. Una vez en Plymouth y más tarde en Salem, R. Williams acampó entre los indios de Wampanoag y de Narragansett conociendo asimismo a los Cowe- setts, Shawomets, Nyantics, Nipmucs, Pequots y Mohawks, a los que llegó espiritualmente a través del conocimiento de su lengua y cos­ tumbres, cosa que, es presumible, no resultaría extremadamente difí­ cil a un hombre habituado al estudio del griego, latín y hebreo. A pesar de estas motivaciones religiosas, A Key into the Language of America no es un tratado teológico. Trata fundamentalmente de las «Customes, Manners and Worships, of the Aforesaid natives, in Peace and Warre, in Life and Death», adquiridas a través de «varieties of Intercourses with them Day and Night, Summer and Winter, by Land and Sea» 37. Efectivamente, el lector es rápidamente introducido a un mundo alucinante y exótico en el que se relatan aspectos de la vida de los nativos, como su comida y pasatiempos, sus casas y familias, sus hábitos en el dormir, sus creencias acerca de la naturaleza, de las estaciones, de los cuerpos celestes, de la tierra, de los vientos, del mundo animal, de las ocupaciones de la caza y de la pesca, del mer­ cado y del dinero, de la guerra, del matrimonio, etc., etc., y, por supuesto, de la religión que ocupa el capítulo más extenso de la obra. La actitud de R. Williams frente a las costumbres de estos indios pieles rojas, nacidos blancos pero coloreados por el sol y los ungüen­ tos 38, es de franca admiración reconociendo en ellos, en un principio, virtudes que no se daban en la población inglesa aunque, al final, admi­ tiese también los vicios de la mentira, del robo, del adulterio y del asesinato 39. Por lo que respecta a las cualidades morales de estas tri­ bus, R. Williams tuvo conciencia clara de sus ideas politeístas, que dividían la divinidad en treinta y siete dioses que cubrían otras tantas fases de la naturaleza que, en su estimación, regulaban sus v id as40. 36. W . W ood, NewEngland’s Prospects , Boston 1865, 103. 37. R. W il l ia m s , Key intothe Language ofAmerica, en Narragansett Club Publications, I, Providence 1866, 25. 38. I d ., o . c ., 80. 39. I d ., o . c ., 165. 40. I d ., o . c ., 16.

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