PS_NyG_1982v029n002p0255_04110410

284 J uan J o sé H . A lonso mentación racional, son también una herencia típica del calvinismo. R. Williams estaba plenamente convencido de la corrupción de la naturaleza humana y, por consiguiente, de la tendencia innata del hombre, incluso de los elegidos, a cometer actos pecaminosos. La doctrina calvinista de la elección divina, perfectamente ensamblada con el reconocimiento de la debilidad humana, constituían motivos más que suficientes para que Williams defendiese la libertad de la con­ ciencia. Nadie podía estar seguro de la rectitud o falsedad de la con­ ciencia del prójimo; actuando contra ella pudieran incluso lesionarse los planes secretos de Dios. ¿Cómo es posible, razonaba Williams, que en la lógica de la predestinación, en la que la cuestión de la salvación estaba decidida, hubiera cabida para una postura intoleran­ te? ¿Por qué obligar al hombre a creer o a cumplir con sus obliga­ ciones religiosas si tales acciones no entraban en el secreto mecanismo de la predestinación? Solamente Dios puede modificar la fe del hom­ bre. En definitiva la fe es un don de Dios. Si se mira toda esta cues­ tión desde otra perspectiva llegamos a resultados idénticos. El elegido, independientemente de sus debilidades, no se verá jamás privado de la salvación, así como el condenado nunca conseguirá la redención. Los elegidos nunca serán alejados de Dios. Entonces ¿no será presun­ ción interferir en los asuntos espirituales con el uso de la fuerza y la violencia humanas? 34. La fuente de inspiración y de argumentación de la teología de R. Williams es la Sagrada Escritura. De hecho, las pruebas que se en­ cuentran en sus escritos para avalar sus apreciaciones se reducen casi exclusivamente al campo bíblico, prestando escasa atención a las fuen­ tes secundarias, procedan éstas de la tradición patrística o de teólogos protestantes. El gran problema de su vida, es decir, la defensa de la libertad religiosa en el marco de la implantación de un sistema reli­ gioso coherente tanto en Inglaterra como en el Nuevo Mundo, le obligó a un examen minucioso de la Escritura en busca de un modelo válido de sociedad cristiana. La situación de la época era crítica como varias eran también las formas de interpretación de la Escritura. Los enemigos de Williams estaban empeñados en la creación de un estado cristiano que preservase la pureza del culto divino, fundado en los paradigmas del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento, que repro- 34. Cf. Id., The New England Mind: The Seventeenth Century, 2.“ ed., Bos­ ton 1965, 10-34.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz