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L a tolerancia en el pensamiento de . 279 extravagantes del fundador de Rhode Island. Ningún miembro de esta confesión habría permitido la coexistencia de cultos diferentes; la libertad de conciencia era para ellos virtualmente blasfema. Sola­ mente explotaron la persecución de Williams para probar la hipocresía de los Independientes. R. Williams entraba de esta forma en el debate de la reorganización de la Iglesia en Inglaterra. La reacción de las colonias americanas no se hizo esperar. La inter­ vención de R. Williams había creado o, al menos, descubierto, una problemática variada y grave. Razones de tipo político y religioso exigían una clarificación. Estaba en juego la propia naturaleza y super­ vivencia del Congregacionalismo, seriamente amenazado tanto en América como en Inglaterra por un Presbiterianismo que sacaba par­ tido de la persecución de Williams. Por ello, los jefes de la colonia de la Bahía de Massachusetts replicaron airadamente interpretando el destierro de R. Williams como una exigencia política realizada con la única intención de asegurar la estabilidad del gobierno de Boston ante la campaña difamatoria e irresponsable de un fanático religioso. La réplica formal a las acusaciones de R. Williams quedaría en manos de John Cotton, exponiente máximo del puritanismo de aquella colonia. La polémica entre J. Cotton y R. Williams no deja de estar en­ vuelta en circunstancias poco claras. Sabemos que, tras el destierro de Williams, Cotton escribió una carta larga acerca de las relaciones entre Iglesia y Estado, que fue publicada sin su autorización poco después de que R. Williams hubiese llegado a Londres. Ante las con­ tinuas intervenciones de Williams, destinadas a denunciar la falta de libertad de conciencia en la colonia puritana de Massachusetts, J. Cotton publicó en 1647 su obra principal, The Bloudy Tenent, Was- hed, and ?nade white in the bloud of the Lamb, centrada fundamental­ mente en las cuestiones de estructura eclesial que el pueblo inglés tenía planteadas prácticamente desde la ruptura de Enrique VIII con Roma. El maestro religioso de Boston tenía en su intención el propósito de ofrecer a Nueva Inglaterra un paradigma de las relaciones entre Iglesia y Estado que sirviese también para la madre patria, atormen- mentada y dividida, como sabemos, por diversas facciones religiosas. E l punto de partida de la argumentación de j. Cotton es su absoluta convicción de que la verdad de Dios se revela a todo hombre de sincero corazón. Ante esta verdad absoluta, gratuita y amorosa, al

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