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L a t o l e r a n c i a e n e l p e n s a m ie n to d e . 269 La defensa de los derechos del indio implicaba no solamente un ataque a los derechos incontrovertibles de la corona sino un desafío a los planes de independencia colonial frente a la crítica hostil de determi­ nados sectores de la madre patria. De esta forma, una cuestión mera­ mente local e interna de Nueva Inglaterra, trascendía sus fronteras proyectándose al viejo Continente. Los reyes, Jacobo I y Carlos I, fueron tildados por Williams de mentirosos y acusados de emplear inadecuadamente el término «cristianismo» en la Cédula de Massa- chusetts, ya que tal término no puede adecuarse a unas naciones de la Europa Occidental, cuyo estado es mera y esencialmente civil. En opinión de R. Williams, la asociación del cristianismo con Europa era impropia al negar u olvidar la distinción entre el mundo secular y el del espíritu. Su intención era sencillamente informar a los magis­ trados civiles para evitar una ocupación ilegal del territorio indio, según confirmación en un escrito al gobernador Winthrop; por su parte, el gobierno accedió a la petición de R. Williams, con lo cual éste dio por finalizada la contienda y acallada su conciencia. Pero la controversia no hacía más que comenzar. Por debajo de una acusación de injusticia y de una denuncia al poder caprichoso del magistrado, latía la voluntad indomable de un hombre que, con su palabra y su acción, ponía en entredicho los pilares más firmes de una concepción autoritaria del estado. El gobierno se sentía desconcertado por el franco e intrépido separatismo de un puritano que defendía apasiona­ damente la separación entre Iglesia y Estado, criticando agriamente la actuación tanto de las colonias como de la metrópolis. Aparte de una situación crítica entre el gobierno de Massachusetts y la corona de Inglaterra, de la que dan fe nombres como Sir Ferdi- nand Georges y Williams Laúd y hechos como la formación de una Comisión Real para el control de las colonias, las teorías de R. W i­ lliams contribuyeron también a obscurecer el panorama político de Mas­ sachusetts. Ante el peligro de unas incursiones hostiles de indios y franceses en la frontera de Nueva Inglaterra, el Tribunal Supremo propuso exigir un juramento universal de lealtad al gobierno: R. Williams protestó violentamente arguyendo que la autoridad civil no tenía poder para forzar un juramento que, en última instancia, equi­ valía a un acto de culto, impropio de todo hombre que no pertene­ ciese al grupo de los elegidos. Un juramento, dice Williams, es un acto religioso y forzar al pueblo para que lo haga constituye una per­ versión del culto divino y sería objeto de la indignación del Altísimo.

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