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268 J u a n J o s é H. A l on s o cuentemente esta ciudad; hizo excursiones a su territorio, aprendió sus costumbres y su lengua; promovió su estado social; defendió, en general, la dignidad y los derechos del indio frente a la arbitrariedad y capricho del blanco; conoció, entre otros, a Massasoit, el Sachem de los Pokanokets y a Canonicus, Sachem de Narragansett. Su actitud hacia el indio fue siempre de respeto y amistad, como prueban sus cartas escritas en fechas posteriores. En una de ellas afirma: «My soul’s desire was, to do the natives good» 23. Junto a esta compren­ sión y defensa de los derechos del indio, Williams desempeñó su auto­ ridad en Plymouth predicando, por una parte, la no interferencia del magistrado civil en los asuntos de la Iglesia y, por otra, la ilegalidad de la venta de tierras americanas sin el consentimiento de la raza india. Sus ideas, en estos puntos, fueron tan inquietantes para la comunidad de Plymouth como lo hubieran sido para los calvinistas de Boston y R. Williams se vio obligado a salir de allí. Reclamado por la comunidad, R. Williams regresó de nuevo, hacia agosto de 1633, a Salem para reasumir su ministerio en sustitución del agonizante Samuel Skelton. Es comprensible que el nombre de R. Williams suscitase en estas fechas sentimientos contradictorios. Pa­ ra unos, la actitud leal y comprometida del joven predicador era un signo inequívoco de la presencia de Dios en él, adhiriéndose así a su espíritu reformador; para otros, en cambio, su obstinación e im­ prudencia ponían en serio peligro el orden establecido, calificándolo así de traidor y disidente. Lo que parece claro es que, según confirma W. Gammell24, en estas fechas cuaja el comienzo de una controversia entre él y los magistrados y clérigos de Massachusetts, incapaces de comprender el principio de la libertad religiosa, que eventualmente desembocará en el destierro de R. Williams. Inmediatamente después de la reaparición de R. Williams en Sa­ lem, se planteó en toda su crudeza una de las cuestiones más inquie­ tantes para el magistrado civil a saber, la licitud y la legalidad de los asentamientos coloniales en el continente americano. Se trataba de un problema con una doble vertiente: una jurídica y otra religiosa. Wi­ lliams afirmaba que ni los privilegios o las cédulas reales ni la cualidad del cristianismo de los colonos garantizaban el derecho al territorio americano a no ser que mediase una compensación justa a los indios. 23. Citado de R. A. G u ild , o . c .} 17. 24. W. G a m m ell , Life of Roger Williams, Founder of the State of Rhode Island, Boston 1846, 38-9.

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