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L a t o l e r a n c i a en e l p e n s a m ie n to d e . 371 el campo espiritual y religioso. Sus funciones se limitan al plano material. En contra de esta verdad fundamental no puede ser invocada la objeción surgida del cap. 14, según la cual el magistrado detenta la autoridad para hacer justicia y castigar a quien obra el mal. Porque, en primer lugar, la palabra «x'/xóv» se opone generalmente a la bondad civil o a la virtud de la comunidad y no al bien espiritual o religioso de la Iglesia, aparte de que, según lo demostrado anteriormente, el término «xocxdv» no se entiende contra el estado espiritual o cristiano sino contra el civil, cayendo así bajo las competencias del magistrado civil. Tampoco es consistente la actuación de los ministros de las Igle­ sias de Nueva Inglaterra, quienes, partiendo de una exégesis de Rom 13 que admite la persecución, defienden una amplia intervención del magistrado creyendo que ello contribuye a una paz más duradera al ser promovida tanto por la Iglesia como por el Estado. Sus razones quedan refutadas en las consideraciones que anteceden 212. Tras estas pruebas escriturísticas que avalan la libertad de con­ ciencia se examinan algunas cuestiones que vienen a reforzar la pos­ tura tolerante de R. Williams. Notemos, en primer término, la cita a la que R. Williams res­ ponde: «That it is evill to tolerate seditious evill doers, seducing Teachers, scan- dalous livers: and for proof of this he quotes Christs reproofe to the Angel of the Church at Perganus, for tolerating them that hold the doc­ trine of Balaam: and against the Church of Thiatyra, for tolerating Jesa- bel to teach and seduce(Reve2,14.2 0 )» 213. El mal, afirma Williamsrefiriéndose a las primeras palabras de la cita, no puede alterar su naturaleza, permaneciendo siempre mal, de la misma forma que las tinieblas no pueden revestirse de luminosidad; pero una cosa es aprobar el mal y otra muy distinta el permitirlo, o sufrirlo con desagrado o al menos sin consentirlo. Por otra parte, el mal se permite y se sufre no por sí mismo sino con respecto al bien, confiriendo de esta suerte un aspecto de bondad a la permisión del mal. De ahí que Dios, por su propia gloria, permita toda serie de 212. Id., o . c ., 160-4. 213. Id., o . c ., 165.

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