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L a t o l e r a n c i a e n e l p e n s a m i e n t o d e . 363 del castigo civil, que ha de ser ejercido por el Magistrado? A esta objeción responde R. Williams afirmando que, si bien la conducta farisaica es más perversa que cualquiera otra acción y, en consecuen cia, merecedora de un fuerte castigo, la sentencia de este castigo no puede ser pronunciada por ningún juez civil, siendo competencia ex clusiva de la Iglesia que la ejecuta en nombre de Jesús parcialmente en esta vida y después en la eternidad. Además, prosigue Williams, el estado civil, el mundo en general, al estar muertos por el pecado no son susceptibles de corrupción; solamente el estado espiritual, la Iglesia, puede sufrirla. Más aun, de forma similar a como en una plaga o infección común el número de muertos parece estar contado, así también la conducta farisaica no arrastrará a la perdición a aquellas almas que son las elegidas por Dios; las almas de los elegidos están en manos de Dios que no per mitirá que desciendan al hoyo. Pero, admitido que en una plaga común no perezcan más de los que estuviera establecido previamente, ¿no es obligación de cada per sona y del Magistrado impedir la infección y preservar la salud del lugar? Y, aunque el número de elegidos no corra riesgo alguno, ¿no habrá dispuesto el Señor medios apropiados para la preservación de la perdición y de la infección? La respuesta a estos interrogantes es clara: Cristo Jesús, la Cabeza del Cuerpo, el Rey de la Iglesia, no ha sido infiel para proveer de antídotos y preservativos a las enfermedades y peligros de su pueblo e Iglesia; pero nunca recurrió a la espada civil, como antídoto o remedio, en cuanto adición a los medios de tipo espiritual concedidos a su Iglesia. El magistrado civil tiene a su cargo los cuerpos y los bienes de la persona; los ministros del evangelio, las almas y la segu ridad de las mismas. Las atribuciones de orden espiritual al magis trado civil implicarían un oficio de rango eclesiástico temporal que está en franco contraste con la enseñanza evangélica. Mantener a la Iglesia y al pueblo cristiano en la pureza de la doctrina y del culto es función de Cristo Jesús y de quienes El ha asignado para este propósito. «Truth. I answer, Let that Scripture and that of Titus reject an Hereti- cke, and (Rom 16, 17), avoid them that are contentious, etc. let them, and all of like nature be examined, and it will appeare that the great 199. Id., o . c ., 127.
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