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360 J uan J o sé H . A lonso de los siervos del amo a quienes es dirigido el mandato de la parábola «dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega». La respuesta a tal objeción es clara: los siervos, a quienes el amo se dirige expresamente son los mensajeros o ministros del evangelio, desprovistos de todo poder o autoridad civil, y no los magistrados civiles, reyes o goberna­ dores, a quienes no plugo al Señor conceder normas o direcciones con­ cernientes a su comportamiento en la sociedad civil. La razón de esta afirmación no estriba en el hecho de que Jesús, elSeñor, no hubiera de tener seguidores que ocupasenun lugar en una magistratura civil, sino más bien porque previo cuán pocos magistrados habían de abra­ zar su yugo en un estado perseguido o apóstata. Aclarada esta cuestión acerca de la identidad de los siervos, R. Williams atribuye a los apóstoles y a cuantos han de sucederles un triple encargo con respecto a la cizañan, a saber: — Dejar crecer la cizaña y no arrancarla mediante oraciones a Dios para su destrucción temporal presente. — A los mensajeros de Dios se les prohíbe profetizar o denunciar la destrucción presente o extirpación de todos los falsos adoradores de Cristo, que son ciudades y reinos enteros. — Los ministros del evangelio han de dejar crecer la cizañay no arrancarla mediante la incitación a los magistrados civiles, parlamen­ tos o asambleas generales, para que expulsen de sus territorios a todas aquellas personas cuyo culto no corresponda al del Dios verdadero, según la voluntad de Dios revelada en Cristo Jesús 195. La controversia en torno a esta parábola de la cizaña se resume en las siguientes conclusiones: — El término «cizaña» utilizado en la parábola no puede significar ni doctrinas ni prácticas sino personas. — Tampoco puede hacer referencia a los hipócritas en la Iglesia sean éstos ocultos o manifiestos. — La cizaña no se corresponde con los pecadores escandolosos en la Iglesia. — Tampoco se entienden por ella los ofensores escandalosos, en palabra y acción, contra el Estado Civil. — El campo en el que se siembra la cizaña no es la Iglesia. — El campo es propiamente el mundo, el estado civil o la comu­ nidad. 195. Id., o . c .} 111-6.

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