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354 J uan J o sé H . A lonso acción de esa bondad divina, al hombre no le cabe más opción que ser paciente y compasivo para con aquellos que aún permanecen en las tinieblas. Por otra parte, se hace hincapié en la distinción que existe entre las ciudades de Filipo y Roma (Flp 3 y Rom 14 son textos citados por Cotton para probar la tolerancia en estas circunstancias) y las Iglesias enclavadas en las mismas en un intento claro de dife renciación entre la Iglesia y el Estado en orden a una aclaración sobre la naturaleza de la tolerancia y se recuerda la promesa de bienaventu ranza para aquéllos que empleen la misericordia. «First (faith he) such a person is to be tolerated, tiill God may be plea sed to reveale his Truth to him. Truth. This is well observed by you; for indeed this is the very ground why the Apostle calls for meekenesse and gentlenesse toward all men, and toward such as oppose themselves (2 Tim 2), because there is a peradventure or it may be; It may be God may give them Repentance. That God that hath shewen mercy to one, may shew mercy to another: It may be that eye-salve that anointed one mans eye who was blinde and opposite, may anoint another as blinde and apposite: He that hath given Repentance to the husband, may give it to his wife, etc.» 185. 4) Sobre el ultimo postulado que hace referencia al caso de quien profesa y propaga el error de forma turbulenta y arrogante hasta llegar a perturbar la paz civil, R. Williams considera dos casos distintos. Si el hombre que se comporta de esta forma es acusado de delitos o crímenes que merezcan la muerte, no debe rehusar morir, como afirma Pablo (Hch 25, 11). Si, por el contrario, se trata de materias, cuya naturaleza sea de índole espiritual o divina, el culto profesado por el Estado puede ser contradicho y no obedecido sin que tal actitud des truya la paz civil. La ruptura que seguiría de esta actitud no sería atribuible a las doctrinas que generan esa actitud sino a quienes se oponen violentamente a ellas. De hecho, las personas que rompen la paz civil son aquellas que abogan por castigos para quienes se opo nen a sus creencias y prácticas religiosas. Con frecuencia, prosigue Williams, los mansos y pacíficos son calificados de rebeldes y sedi ciosos, aunque no traten con materias de orden estatal sino de natu raleza espiritual, mientras que los auténticos perturbadores de la paz son sus calumniadores. 185 . Id., o. c ., 92 - 5 .
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