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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL 175 Por lo demás, la novedad del Cántico es relativa. El lector está ya familiarizado con expresiones similares de Francisco cuando pregona las alabanzas del Señor y proclama su hermandad con las criaturas, predicando a las avecillas, acariciando al lobo feroz de Gubio como si fuera un manso corderillo o prohibiendo arrancar los árboles de raíz para que pueda brotar del tronco la verde llamarada de la vida. E l Cántico es una obra de madurez, desde luego. Pero la compren­ sión de la naturaleza y la sintonía con las criaturas es un don tempe­ ramental del Pobrecillo desde el nacimiento. La vocación de Francisco para el canto y la juglaría es anterior a su conversión. Francisco es poeta por voluntad de Dios desde la cuna. Acierta Van Doornik cuan­ do afirma que el Cántico brotó «desde su infancia» y que ve herma­ nos y hermanas donde otros espíritus religiosos sólo han visto símbo­ los, «tal vez por sus inclinaciones naturales, presentes en él desde su infancia, antes de que Dios irrumpiera en su conciencia». Chesterton interpreta fielmente el espíritu — por encima de la fide­ lidad histórica— cuando dice, refiriéndose al Cántico: «Lo entonó va­ gando entre los prados, durante los días más soleados de su mocedad, cuando elevaba hacia el firmamento todas sus pasiones de poeta». El poema, en su redacción actual definitiva, es obra de madurez. Pero las espigas fueron agavilladas a lo largo de la existencia del Pobrecillo. A la hora de convertirlas en la blanca y olorosa harina del verso poético dejó a la entrada del molino y a la vera de los caminos abundantes granos de trigo para la nueva sementera y para alimento de las hermanas hormigas y de las hermanas avecillas del campo. El Cántico de alabanza se refiere a las «hermanas criaturas» que nos pres­ tan un servicio, a veces humilde, pero siempre necesario. El Cántico es el fruto del temperamento nativo y de la vocación de juglar de Francisco y de su original visión religiosa del mundo. La experiencia religiosa no tiene por qué coincidir con la conciencia poé­ tica y menos en el ambiente cultural y teológico de los tiempos de Francisco. En rigor, hombres de una experiencia similar a la del Po­ brecillo en el terreno religioso y místico han pasado por el mundo con una marcada indiferencia, si no con un deliberado olvido hacia las criaturas. Sin dedicar una mirada a las flores, a los valles y a los pajarillos, cuando amanece Dios por los prados y montañas...

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