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170 P. CALASANZ — Hay aún mucho que hacer antes que se realice el proyecto de San Francisco de un mundo pacífico, justo y armonioso». Como se ve, Iglesia y Mundo esperan con emoción el retorno de Francisco de Asís, en el V III centenario de su nacimiento. El Papa con la intención, hecha plegaria, de que «sirva de estímulo para vivir Mensamente los ideales que él todavía señala a la humanidad, tan necesitada de salvación». La ONU ha tomado nota del proyecto de vida de San Francisco y convoca a la solidaridad por boca de Kurt Waldheim: «Mientras conmemoramos su nacimiento, dediquémonos a unir todas nuestras fuerzas, nuestros espíritus y nuestros corazones en el camino trazado por él». Tiene razón Juan Pablo II: San Francisco es patrimonio de la humanidad entera. Lo que parecía un sueño o una corazonada, es ya un hecho para la historia. La humanidad entera, sin distinción de razas ni ideologías ni de credos políticos o religiosos, ha entonado en todas las lenguas el «Manifiesto para la paz» y, a su modo, la Oración por la Paz que brotó con la frescura de un manantial del inmenso corazón de Fran­ cisco. Sucedió en la ONU, el día 4 de octubre, en la festividad de San Francisco de A sís... 1. «Yo, F r a n c is c o ... pequeñuelo y siervo vuestro en el Señor». Con un nudo de emoción en la garganta, preguntamos con Fr. Maseo, compañero de limosneo, andanzas y florecillas de Francisco: — ¿Por qué a ti? ¿Por qué va el Papa Juan Pablo, recién elegido, a orar sobre la tumba de Francisco? ¿Por qué proclama la ONU a Francisco «símbolo de Paz y Amor»? ¿Por qué queremos a Francisco con tanta pasión que duele el alma? Porque trajo al mundo una nueva primavera. Porque este hom­ brecillo de pequeña estatura, moreno, sumamente expresivo, de una simpatía contagiosa, de una simplicidad seductora nos ha conquistado

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