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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL 201 Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar La muerte es para Francisco una celebración festiva. No es algo que acontece. Es «Alguien» que sale al encuentro. Si la muerte es el encuentro de una hermana, lo más lógico es gozarse con su venida y recibirla a corazón abierto. Y con más razón si ese Alguien tiene el rostro del Hermano mayor que te ha asegurado la salvación y la gloria eternas. La actitud de Francisco es original y coherente: «murió can­ tando»... Un hermano vio el corazón de Francisco que subía al cielo con­ vertido en estrella. Esa estrella magnífica se ha posado en mi corazón. Me da la vida, pero me quita el sueño... Y voy por el mundo como un pobrecillo pregonando la franciscana y virginal mercancía de «mariposas blancas» que me rebosa del alma. Dejadme que os regale la música y el verso del Cántico del Hermano Sol. Dejadme que ponga la inspiración de Francisco para llenar vues­ tra vida diaria de cosas bellas. Dejadme vuestra fuente, vuestro pozo y vuestra sed para el poema de Francisco: «Loado seas, mi Señor, por la hermana agua ...». Dejadme abiertos el jardín y el alma para la belleza: «Loado seas, mi Señor, por las hermanas flo res» . Dejadme entrar a saco en vuestra oscuridad y en vuestras dudas para sembrar el jardín de estrellas de Francisco: «Loado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las estrellas». Dejad vacío todo el cielo de vuestra vida para que quepa —entera, pura y genial— la Estrella en que vive y ama el Hermano Fran­ cisco... P. C alas anz

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