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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL 197 mente humana. La concha marina del humano corazón no capta más que el eco, la resonancia, el timbre de la palabra creadora y de la Palabra encarnada. Dios es Dios. Y el hombre que intenta hablar de Dios se queda siempre en balbuceos de niño: «¿Cómo puede mi voz, un eco apenas, decirte y figurarte dignamente? ¿Cómo pueden mis cardos ser simiente de una fértil cosecha de azucenas?». La infinita distancia en el ser queda salvada por la infinita cerca­ nía del Amor... Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, Es la famosa polémica del «cun» y el «per», loque algúntécnico ha calificado como «atasco exegético» del Cántico. Desde luego, el destinatario es Dios. La alabanza va destinada al Altísimo, omnipo­ tente y buen Señor. No es, por tanto, un canto «a las criaturas», sino un canto «de las criaturas» al Señor. El protagonismo del hermano Sol se debe a su valor expresivo de símbolo cristológico. Por eso da el nombre al Cántico. E specialmente por el hermano Sol, el cual es día y por el cual nos alumbras. Francisco despoja al sol del ropaje del mito pagano para presen­ tarlo en su desnudez luminosa. El hermano Sol recobra así su ino­ cencia bíblica y su bondad original. El hermano Sol en estado de gracia es manantial de luz, surtidor de belleza, fuente de fecundidad, de calor y de vida. El hermano Sol —Francisco— es luminoso, transparente, alegre y fecundo. El Hermano Sol —Jesucristo bendito— es la Luz del mundo que ilumina a los que caminan en sombras de muerte y los introduce de lleno en el reino de la Verdad y de la Gracia. Y él e s bello y radiante con gran esplendor. El hermano Sol es para Francisco un gran señor. Francisco «co­ mulga» con su belleza, con su irradiación y con su esplendor porque lleva también su señorío. Francisco, radiografiado por dentro, nos des­ cubre un corazón «solar». Pero esta luminosidad total del Hermano Sol —del astro y del hombre Francisco— son un don de Dios:

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