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E L CÁNTICO DEL HERMANO SOL 195 desde la perspectiva al uso, dentro de una espiritualidad al uso, con el ritual al uso que no casan ni con las convicciones, ni con la espiri­ tualidad ni con los usos de Francisco. Quieren amortajarlo en vivo para el montaje publicitario de su santidad: quietecito, serio, formal. Que si dice algo, sean sentencias para inmortalizar su memoria en el bronce o en el mármol y para refle­ xión de sus seguidores. Que impresione y edifique a los seglares con su gravedad, con su austeridad, con su compostura. Y el pobre Francisco implora: Déjame que can te ... No comprenden su estilo. ¿Hay alguna forma de ejemplaridad com­ parable a este gesto sublime de morir cantando? Canta, hermano Francisco, canta. Que vean todos que no puedes contener tu alegría. Por favor, entona las estrofas del Cántico y dinos muy alto el verso de la hermana muerte para que se grabe muy hondo en nuestro espí­ ritu y no caiga jamás de nuestros labios. Canta, hermano Francisco, que te oigan los seglares y pierdan el miedo a morir sabiendo, por tu santo ejemplo, que se puede y se debe morir cantando. Canta como un juglar y haz travesuras y gracias de bufón de Dios para recibir a la hermana muerte. Francisco añade la última estrofa al Cántico: Loado se a s, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la que ningún hombre viviente puede escapar. El texto es tan claro que no necesita interpretación. Sólo unos comentarios breves en forma de anotaciones: La actitud de Francisco ante la muerte no es de rechazo, de lucha, de resignación o de aceptación pasiva por su carácter irremediable. Francisco recibe la muerte con valor, con alegría y hasta con entu­ siasmo. No es un tibio « ¡Qué se va a hacer! ». Es una explosión gozo­ sa de contento: «Bienvenida sea la hermana muerte». La noticia de la muerte no le deprime, ni le acobarda ni le aísla del mundo y de sus hermanos. La muerte abre su corazón al mundo para celebrar su belleza y su bondad ya que lleva la significación del Altísimo. La muerte es una «hermana». Y una hermana no inspira temor, ni angustia ni inseguridad, sino confianza y ternura. Hay que salir a esperarla con un piropo y un cantar. Y quien no vea esto como la cosa más natural del mundo es que no tiene ni idea de lo que es San Francisco.

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