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190 P. CALASANZ para la conducta del lobo: ya sé que no lo has hecho por maldad. Tuviste que hacerlo porque te azuzaba el hambre... Francisco no es un teórico ni un ideólogo. Es un hombre realista con los pies pisando la tierra firme del problema. Si la causa del pecado del lobo es el hambre, hay que solucionar el problema del hambre dándole de comer. De este modo se firman las paces entre el «hermano lobo» y los vecinos de Gubio. El lobo promete no hacer daño al pueblo ni en sus bienes ni en sus personas. El pueblo se compromete a alimentar y a hospedar en su casa al lobo. El final de las Florecillas es un idilio feliz. El «hermano lobo» se convierte en manso cordero y vive muchos años en Gubio sin una nube en la amistad ni en la convivencia. No le ladran los perros, no le hostigan las buenas gentes, los niños juguetean con él amigablemente. Cuando murió el «hermano lobo», hubo un gran duelo en la pequeña aldea. El caso del «hermano lobo» se presta a comentarios muy sabrosos. La moraleja implícita está en línea con los biógrafos: el poder de captación y persuasión de Francisco es tan enorme que puede conver­ tir al hombre-lobo en un corderillo manso y libre... 8 . L a p a z : comprom iso d e v id a Por «mínimo y dulce», por temperamento y convicción, por poeta y juglar de Dios, Fran­ cisco es el santo del amor. Se ha dicho que la paz es fruto de la justicia. Sería más francis­ cano afirmar que la paz es fruto del amor, que la paz se hace por obra y gracia del amor. Francisco recurre siempre a motivos de amor —más allá de los límites de la justicia— para decidirse por la no-violencia, por el abrazo fraterno, por el perdón y la compasión, por las formas corteses y cari­ tativas, por la comprensión y el diálogo abierto, por la reconciliación sin vencedores ni vencidos. La paz es más que un ideario o un «manifiesto». Es un compro­ miso de vida, un programa concreto y urgente para la acción que rebasa la capacidad del hombre porque la paz es un quehacer divino. Por