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168 P. CALASANZ del hermano universal pocos podrán quedar indiferentes» (Juan Pa­ blo II). ¡Qué justa y qué emocionante la expresión del Papa! San Francisco es patrimonio de la humanidad entera por el atrac­ tivo que inspira su figura «evangélica, entrañable, pacífica y poética». Con frecuencia, más que atraer lo que hace Francisco es «fascinar» con un poder misterioso de seducción, con un don de gentes que hechiza los corazones. Francisco es actual y necesario. Desde su tumba sigue ganando las victorias de la no-violencia, del desarme, del pacifismo, de la igualdad, de la libertad, de la fraternidad, de la opción por los pobres, del respeto y del amor a la naturaleza, a los animales, a las plantas y a las flores. Desde su tumba sigue arengando a sus tropas con el estímulo a las empresas quijotescas, a las «tareas amplias y urgentes», a la valentía y al amor, a la fidelidad y al heroísmo. El franciscano tiene que estar siempre en vanguardia, en la prime­ ra fila, para captar el mensaje revolucionario de Francisco, transmitido siempre en onda de modernidad: «Debéis proponeros incrementar una respuesta válida a las nece­ sidades, a las aspiraciones y a los desafíos cruciales con los que la realidad del prójimo más necesitado interpela vuestra acción evangeli- zadora de jóvenes y de hijos de Francisco de Asís». El Papa exige una respuesta válida, es decir, actual, al día. Y es aquí donde se hace imprescindible la figura de Francisco con su secreto para movilizar y transformar el mundo haciéndolo más conforme con el plan de Dios. No es sólo una respuesta desde la fe, que no capta­ rían los no creyentes. Es también una respuesta «desde la humani­ dad», desde la poesía y el arte y, sobre todo, desde el buen corazón. Las tareas humanistas y eclesiales son tan «amplias y urgentes» que exigen vivir intensamente el ideal de Francisco. «Con valentía y amor». Y es esta vivencia apasionada y entrañable lo que pide el Papa en una oración que «brota de su espíritu» cuando, recién elegido al pontificado, va a Asís para orar sobre la tumba del Seráfico Padre: «Ayúdanos, San Francisco de Asís, a acercar a Cristo a la Iglesia y al mundo de hoy. Tú que has llevado en tu corazón las vicisitudes de tus contempo­ ráneos, ayúdanos con el corazón cercano al corazón del Redentor, a abrazar las vicisitudes de los hombres de nuestra época; los difíciles problemas sociales, económicos, políticos; los problemas de la cultura

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