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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL 181 Cántico de Daniel hacen pensar en un verdadero plagio : la misma intención, el mismo planteamiento, los mismos materiales, las mismas frases. Francisco copió hasta el nombre de «cántico». No obstante estas coincidencias —que los técnicos razonan con aparato crítico— la originalidad del Cántico es indiscutible. Lo de menos es la «estructuración diversa de la lista de las criaturas nom­ bradas». Es que para Francisco las mismas criaturas «son» distintas. No son elementos cósmicos que se pierden en la lejanía. Son «herma­ nos y hermanas» en el plan de Dios. Y esta hermandad nueva se funda en la Paternidad divina y se esclarece con amorosa plenitud en la Encarnación del Verbo. Como se ve, se trata de una concepción y expresión totalmente nuevas en relación al Cántico de Daniel. En un esfuerzo de síntesis —y sin hacer violencia a la letra ni al espíritu— el Cántico del hermano Sol pone de relieve los valores sus­ tantivos que configuran la existencia franciscana: — Dios es Dios. Es el Altísimo, el omnipotente, el buen Señor. El Dios Padre que crea, cuida y nutre a sus hijos. El Dios Amor que extiende sus cuidados a los lirios y a los pajarillos. El buen Señor es el Verbo encarnado por amor al hombre. Francisco vive gozosamente la transcendencia de Dios y su di­ mensión personal de criatura, en imagen plástica de «gusano, pequeñuelo y siervo indigno» (Dios mío, ¿quién sois Vos y quién soy yo). — Dios es el Creador de todas las cosas. Las criaturas todas bro­ tan de su mano con pureza original recién estrenada y depen­ den, en todo momento, de su poder y de su bondad. Dios las cuida y las sustenta en el ser porque «son suyas». — Las criaturas pregonan con su ser la grandeza y la belleza del Creador, pero no de un modo estático y frío, sino como si «estuvieran dotadas de razón» y de sentimientos. No se trata de la naturaleza en abstracto. Son las criaturas todas y una por una, con variedad de tono, de matiz, de presencia y de latido. El Creador está en ellas con una presencia actual y amorosa que prolonga y sostiene la creación primera. Dios «está» en las criaturas inyectando la fertilidad y el calor de la vida. — Por su origen creacional y por su destino amoroso de alaban­ za, las criaturas son «hermanas» naturales del hombre. Por la Encarnación, la hermandad entre las criaturas y el hombre se

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