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180 P. CALASANZ no. Es un himno estremecido de gozo y de entusiasmo para ser coreado masiva y festivamente por el pueblo, con acompañamiento de arpa, cítara o violín. No es liturgia pensada en latín. Es pregón brotado en romance italiano, todavía en sus primeros balbuceos. Es una canción popular que va engrosando su mensaje con estrofas nuevas, inspiradas por la vida misma al contacto con la problemática humana: la paz, la gracia, el pecado, la muerte, el destino eterno. Lo que no varía es el estribillo, armonioso y pegadizo, profundo y evan­ gélico en la intención de Francisco: la alabanza al Señor, la celebración de la bondad y de la belleza, la vibración cordial ante la creación: Loado seas, mi Señor... El Cántico es un poema inacabado. ¿Dónde y cuándo surgirá el jugar y poeta, franciscano por naturaleza y por gracia, que añada al Cántico las nuevas estrofas del desarme, de la no-violencia, de las galaxias, de las fábricas y del asfalto, de las autopistas, del «espiritual negro», de los bosques, de los medios de comunicación social, de la «operación ladrillo», de los tractores y cosechadoras? 5 . P e r f il b íb l ic o y teo lo g a l d e l « c á n t ic o » Como punto de partida, habría que resaltar el protagonismo de Francisco de Asís en la ardua tarea de «desmitificación» de la Natura­ leza. La mitología pagana había poblado de santuarios a sus diocesillos los ríos, las fuentes, los mares, las montañas, los bosques y los cielos. Francisco desmantela las bases del paganismo y acorrala y vence en su guarida a los poderes obscuros de la idolatría, la superstición y el maleficio. La naturaleza, «limpia de mancha y de pecado», da culto de alabanza al Dios verdadero en la nueva liturgia de la reconciliación y de gratitud que oficia Francisco. El Cántico expresa con absoluta nitidez la distinción entre el Crea­ dor y las criaturas y jerarquiza con precisión metafísica y teologal: Dios es el Altísimo, omnipotente y buen Señor, las criaturas son «to­ das» del Señor porque llevan «su significación». Es una distancia infi­ nita en el orden del ser que Francisco vive con plena lucidez y que descarta hasta la más lejana sospecha de panteísmo. La inspiración bíblica del Cántico es evidente. Francisco está tan familiarizado con los textos escriturísticos que afloran con esponta­ neidad e insistencia en todos sus escritos. Las concordancias con el

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