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178 P. CALASANZ Es cuestión de ser o no ser. Ser franciscano es seguir la forma y vida del Evangelio tal como la sintió y vivió Francisco, en un esfuerzo agotador y obsesivo de imitar a Francisco, de convertirse en un «doble» lo más fiel posible en la fisonomía, en la mentalidad y en todos los rasgos familiares. Avergonzarse de ser y parecer menor, organizar montajes publicitarios, amordazar a los cantores por miedo al ridículo, es un error en hombres inteligentes como Fr. Elias. En hombres me­ diocres y vulgares por su inteligencia y por su corazón es un vergon­ zoso chantaje. Ser franciscano es informar hasta los mínimos detalles de la vida con un estilo medular y específicamente franciscano. Quitar el Cántico a Francisco es «matar un ruiseñor». Recortar los espacios del canto es enjaular al ruiseñor cuyo claustro es el universo, al aire libre de la inspiración del Señor. Olvidar el canto es dejar sin voz al ruiseñor. Escandalizarse por el canto es entristecer al ruiseñor. Por eso suplica Francisco: «Déjame que me alegre». Déjame cantar... El ruiseñor sin canto es un pájaro vulgar. Valoración del lenguaje poético Nos encontramos en el ámbito de la inspiración y de la expresión poéticas. Francisco es un «cantautor» que escribe el poema, le pone la música y lo interpreta personalmente. El Cántico es poesía en su sentido original de creación, captación de la realidad en toda su pro­ fundidad y belleza, trance de adivinación, certeza y sugerencia. E l lenguaje poético es insumiso a las normas, a los métodos y a las formas de la filosofía o de la matemática. Su quehacer no es el silogismo ni la disciplina de la lógica. La poesía es «imagen» y una imagen vale por mil palabras. La poesía construye figuras vivas que piensan, luchan, aman y lloran. La parábola y el símbolo llevan en su vuelo una carga impresionante de vida. Francisco es un poeta popular y juglar de Dios. Quiere decir que no hay que buscar en sus versos la perfección técnica ni formal de la preceptiva literaria ni rebuscados giros de academia. Francisco no tenía complicados problemas lingüísticos y es fácil que sonriera, entre sorprendido y benévolo, a los exégetas de esta hora con su excepcional sentido del humor. Y quiere decir, ante todo, que Francisco es todo poesía. El Cántico contiene el corazón de Francisco: «e s» el corazón

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