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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL 177 existencia de Dios, sus atributos, sus perfecciones son algo tan obvio y concreto como el sol que nos alumbra o el aire que respiramos. No es un dialéctico. Es un cantor. Los biógrafos de la primera época — tan austeros y graves— nos dicen que Francisco rompió a cantar en circunstancias muy concretas: primero cuando capitaneaba a la juventud de Asís, en los devaneos anteriores a la conversión. Luego, en momentos decisivos como al ser desheredado, después del beso al leproso, en el encuentro con los ladrones, al ir a Roma con sus compañeros para ver al Papa. No es un hecho episódico. Es un talante, una situación vital, un estilo que configura toda una existencia. «Murió cantando», escribe con emoción Celano. Francisco expresa cantando las pasiones más fuertes del alma. Déjame cantar, suplica el Pobrecillo a Fr. Elias en el lecho de muerte. La carencia de este estilo que convierte al hermano en pregonero, poeta y juglar de Dios afecta sustancialmente al ser franciscano. En rigor, Francisco perdería su identidad si le despojáramos del valor más característico de su per­ sonalidad temperamental: la dimensión esencial de heraldo, juglar y cantor. En este sentido, es gravísimo el diagnóstico de los especialistas en sicología profunda. La incomprensión de Francisco y el desdibuja- miento de su figura descubren la carencia del talante franciscano y desnaturalizan el proyecto de vida franciscana. Y Francisco es así: temperamental, impulsivo, poeta, juglar, expresivo, insatisfecho. Los amigos que intentan crear una «imagen» ajustada a su mentalidad para presentarla en el escaparate de la opinión pública tienen que estar dispuestos a las reacciones más imprevisibles del Pobrecillo. — «Déjame que can te...». Chesterton dice de Fr. Elias: «Su tragedia consistió en que vestía el hábito franciscano sin tener corazón franciscano, o teniendo, por lo menos, una cabeza muy poco franciscana». Elias era un organizador nato que se lanzaba a grandes empresas con visión clara y pulso firme. Era un temperamento pragmático, con notables dotes para la planificación y la acción. Era un hombre con muchas horas de vuelo y con grandes apoyos en los personajes influ­ yentes del momento. Francisco era improvisador, un poco bohemio, poeta y cantor. Elias buscaba renombre y poder. Francisco se encon­ traba a gusto con su «imagen» de menor y con las clases marginadas. 12

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